Thursday, December 15, 2005

tinta seca.

Héctor Rodríguez.


Cambio de utensilio… de pluma, de bolígrafo. Pensando en como editar la palabra que aún no existe. Palabra es… idea no concebida pero esbozada en un aproximado que es deseado, que en algún cuadrante del espacio al que ocupo sin mayor provecho, se esconde. El tema es compuesto, es engordado por las opiniones imaginarias que se hacen de éste; es lo que colectivamente se ha descubierto del mismo para otorgarle un nombre y un nivel de importancia.

Algo de que hablar, de que discutir, de que dialogar, de que preocuparse, de que reír, de que enojarse, de que agarrarse, de que culpar, de que problematizar…

Algo…

Un referente para dar vida a la acción, al análisis más fecundo y a la vez primitivo. Abandonarse a la idea más pura y corromperse al comentario más repasado, más lijado y desgastado: eso es el tema, de ahí nace la letra, la palabra engordada de intención. Sin intención, no hay acción. Sin acción prolifera el quietismo, el vacío, la no-acción, el estado del inmóvil, un anti-progreso que no destruye pero que seca, detiene, obstaculiza.

En cada uno de los vértices que interconectan el geometrismo de nuestra lengua, existe humanidad. Al darnos cuenta de la humanidad de nuestra comunicación, observamos universalidad, heterogeneidad, flexibilidad, pero de la misma forma percibimos cierto hedor a manipulación, mentira, demagogia… Con todo y ello, considero inminente la multidimensionalidad de nuestro recurso comunicacional.

Y si, rellenar los pequeños poros por los que respira el cuaderno cuadriculado puede convertirse en toda una odisea, abstracta y sin sentido. ¿Se necesita realmente algo de qué hablar o escribir? Escribir sobre si en realidad se necesita de un tema para escribir puede leerse como un absurdo, sin embargo, es posible que en el intento logre surgir una que otra idea interesante.

En realidad, se improvisa sobre ciertas cosas, nada en particular. Improviso sobre lo más inmediato, sobre lo que me complace y me disgusta, sobre las vidas, comentarios y visiones de todo aquel que haya logrado hacerme pensar hasta en la ridiculez mas acida.

¿Cómo lograr no caer en un vacío literario? ¿Cómo dirigir un discurso y no caer en el lodo denso de lo incomprensible?

Visualizo mi propio ímpetu como una especie de energía ambiciosa sin receptáculo alguno, una energía sin destino, perdida en la influencia de todo aquello exterior.

¿Cómo hacer para sobrevivir a la complejidad de la sobreinformación?

…El entendimiento me sabe a procesos, rutas, intermediarios, referentes, burocracia, poder…

…El conocimiento me huele a imparcialidad, especificidad, especialización, ignorancia, intolerancia, sordidez…

…Deslizo la punta del bolígrafo…

l e n t a m e n t e…-

Ahoralomásrápidoquepuedo!...


Dos intenciones: la paciente, concienzuda, cuidadosa…

la desesperada, efusiva, intolerante, ávida…

…Tinta seca al fin y al cabo.

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