Thursday, June 18, 2009

Providencia IV




José Manuel Aguilera.


El Voodoo Lounge está incrustado en la base de una pequeña colina, frente a un helado río que delimita el Bronx. No hay vecinos alrededor. Originalmente era un taller mecánico y en torno a él no hay más que otro taller de soldadura, de similar tamaño. Arriba, sobre la colina, a unos 20 metros encima de nosotros, empiezan los edificios. Multifamiliares amarillos por docenas, viejos, fríos.

El lugar fue acondicionado por los amigos de grupo Sonido Secreto y ahora es su cuartel general, el lugar donde se juntan con los amigos a ensayar su música. Y a beber ese dulce ron dominicano. Está provisto con calentadores, alarmas de varios tipos, instrumentos y equipo musical. Y ahora, la pequeña comunidad dominicana de Sonido Secreto ha tenido la generosidad de ceder el espacio a La Barranca, para que ensayemos ahí. Tenemos una presentación ya confirmada dentro de diez días, en Manhattan. Y llevamos 6 años sin tocar juntos en vivo.

Por eso todas las mañanas venimos aquí los tres, Federico, Alfonso y yo, desde Brooklyn, en medio del frío de los últimos días de invierno. Son ya los primeros días de marzo del 2008, pero la primavera en Nueva York aún parece lejanísima. El recorrido, en el metro, nos toma como 45 minutos. Antes, para salir, hay que pertrecharse con todo tipo de gorros, guantes, bufandas. Chamarras pesadísimas que después de unas cuadras te agobian. Y luego, al entrar a algún lugar cerrado, hay que despojarse de todo. De otro modo la calefacción te asfixia. De la estación del metro hasta el Voddoo Lounge aún hay que caminar un tramo de unos seiscientos metros. No es mucho, pero cuando llueve y hace viento se sienten como dos kilómetros. Por eso mejor tomamos un taxi que, naturalmente, nos cobra por ese trayecto de tres minutos diez veces más de lo que pagamos en el subway para llegar hasta acá.

Una vez adentro, prendemos los calentadores y no hay otra cosa que hacer más que tocar. Estamos ahí toda la mañana, los tres solos, sin teléfono, sin internet. Repasamos canciones que hace años tocábamos juntos; intentamos poner otras de Denzura o El Fluir, que obviamente me suenan muy raras como trío y con ellos. Y además, tratamos de encontrar la manera de tocar las canciones que acabamos de grabar para Providencia, descubrir de entrada cuáles pueden ser tocadas en el escenario y cuales no.

Al principio parece que no avanzáramos mucho. Pero eso si, descartamos un montón de canciones y nos vamos quedando con una lista de las posibles, que, al menos, parece menos nebulosa. A veces tenemos que remontarnos a épocas verdaderamente primitivas, cuando éramos un trío, antes incluso de Cox. ¿Cómo es que tocábamos El Reptilentonces? Ahora Federico dice que el hará con el bajo el primer solo. Me gusta lo que toca, aunque estoy seguro de que nunca lo hicimos así.

Si no tuviéramos esa fecha comprometida probablemente abandonaríamos el intento. Hace demasiado frío además. Pero conforme la fecha se acerca la música empieza a sonar. Es lo bueno de tener límites. Después de una semana nos atrevemos a invitar a los de Sonido Secreto. Son tan generosos que nos dicen que suena bien.

Algunas veces, al principio, parabamos al mediodía para salir a comer. No hay nada cercano, ni mucho menos algo bueno como para que valga la pena salir al frío, Después, optamos mejor por la idea de comprar algo en Brooklyn, antes de tomar el tren, y entonces paramos para comer aquí mismo. Terminamos los ensayos como a media tarde, pero cuando salimos del Voodoo, a esas latitudes, ya esta oscuro. Sigue lloviendo, además. Para un ser de sangre caliente y tropical el panorama no es muy alentador.

Las condiciones de esta incursión neoyorkina, en general, son duras. No estamos de paseo, sino en campaña. El apartamento de Fong en Brooklyn, donde nos estamos quedando los 3, no es un hostal recreativo, sino un fuerte, un puesto de avanzada. Él y yo, de alguna manera estamos acostumbrados a la guerrilla. Federico, además, ya ha sobrevivido varios inviernos como éste, está entrenado para soportarlos. Pero me resulta admirable el estoicismo y la entereza con que Alfonso se somete a estas condiciones. La única exigencia que ha tenido hasta ahora es tocar con una batería igual a la que acostumbra. Gracias a sus patrocinios esto es posible, aunque no gratis.

De regreso del ensayo, Alfonso y yo solemos bajarnos del tren en Mannhatan y vamos a una tienda de discos, a alguna librería. Aunque por lo general el clima no te alienta mucho a andar en la calle. Otras veces vamos a un restaurante de comida hindú, donde nos bebemos una botella de vino entre miles de foquitos color naranja en forma de pimiento. O a un bar supuestamente español, que promete mojitos que resultan margaritas. Alguna vez fuimos también a ver a Adrian Belew, que pasó por aquí con su trío de chamacos virtuosos. Como siempre, él tocó de manera sorprendente. Nos recibió después muy amable en su camerino y brindamos con él. Luego le compramos su disco nuevo.

Por lo general acabamos el día en Brooklyn, en un bar irlandés que está a la vuelta del departamento de Federico. Ahí nos alcanza Fong, y mientras bebemos unas guiness, nos hace reír mucho. Podría decirse que es el encargado de poner la moral en alto. Y también la mesera. No es irlandesa, pero tiene una mirada como de bosque y ya nos sirve otra ronda.

Finalmente llega el día de la presentación en el S.O.B´s. La cita se cumple. Ensayamos hasta donde pudimos y de alguna manera estamos confiados. Nos conocemos bastante, además, y pensamos que cualquier cosa que se presente sabremos resolverla. Confiamos cada quien en el otro. Si no ¿para qué estaríamos tocando juntos?

Tras la prueba de sonido en el lugar, Roxana, la hermana de Fong, nos lleva a comer al barrio chino. Al terminar de comer propone ir a una casa de masajes que esta en la calle de enfrente. Yo nunca he entrado a alguna con los chinos. Roxana garantiza resultados de relajación, aunque sin final feliz, aclara. Todos aceptamos: los días de ensayo han sido extenuantes y tensos.

Una china delgada y pequeña, con una especie de bata blanca y una sonrisa de otro continente, me conduce a una cabina en la penumbra y me hace acostarme boca abajo. Prácticamente no entiendo nada de lo que me dice, en algo que supongo es su versión del inglés. Aún así, siento delicioso cuando recarga todo su peso sobre mi espalda.

Otra sensación, igualmente gratificante pero de naturaleza muy diferente, es la que siento unas horas después en el escenario del S.O.B´s. En medio de una de esas canciones nuevas, que hoy corren por primera vez, volteo a ver a mis compañeros André y Fong y alcanzo a pensar: La Barranca está sonando de nuevo.


Tuesday, June 16, 2009

la gran fiesta del universo rvstd.


"-¿Y sabes cuando vas a morir?
-Se va acercando, yo digo que uno se programa para envejecer y morir, o sea que el cuerpo te va diciendo cuando. 100 años es el promedio, algunos llegan a 120 ¿y por que no más? ¿Y por qué no dejar de morir? ¿Por qué no imaginar que si uno crea una conciencia, ésta va a atravesar las diferentes etapas y como el alma inmortal va a vivir tanto como viva el universo? ¿No crees tú en la gran fiesta del universo?"




Wednesday, June 10, 2009

para qué sirves, puto blog?




Ah ps muy independientemente de mi actual estado de acérrima apatía y desesperanza por todo y todos, quisiera (y quiero y lo hago) manifestar públicamente mi total falta de respeto y entera burla por esto que hago y hacen todos ustedes en sus respectivos "blogs". Me da mi puta gana ahora hacerle caso al sentimiento enraizado de incredulidad al que debo casi todo el talento necesario que solicito para cagarme en la vida misma. Si fuera emo seguro ya me habría cortado las venas o alguna pendejada de esas. Pero como me AMO (que conste, no emo) sobre todas las putas cosas y estoy convencido de mi calidad de víctima funcional en potencia, no habré de hacer nada que atente contra la existencia que me permite revelarle a la raza lo que pienso de ella. Porque en realidad esto va para los que saben leer pues; pa los que inventaron las reglas que rigen toda esta serie de estupideces de las que ahora somos tan adictos y nos convierten en "alguien", juaaaaaaaaaaar. Risa histérica ahora me da leerme y leer lo que los demás escriben para construirse un personaje. Porque no hay duda de que de eso se trata pues... "yo soy así y soy asado; soy una verga o soy un pendejo; soy triste o soy requetefeliz; soy soy soy; pienso esto de mi, de ti, de él, nosotros, ustedes y ellos; fulano bla bla y sutana tra la ra...". Si ps ta chido, somos lo que queramos creer que somos, y mejor aún! lo que queramos hacer creer que somos. Compartimos nuestros gustitos con la perrada para fijar un discurso, una posición identitaria y bla bla... que pinche circo de güeva. Me cago ahora en las inercias de esta pendejada y en las caricaturas que produce este pedo del blog y más allá. Tal vez mañana regrese a reivindicar algo de lo que aquí señalo pero me vale pito, me encanta regodearme en mi derecho a la contradicción. Estoy blindado; soy el títere de mi mismo y estoy tan seguro de lo que pienso y digo ahora, que el otro, ese que está tan interesado en leer la vida de los demás porque no tiene una propia, me servirá de muñeco, y vendrá a jugar conmigo en la más desventajosa de las circunstancias, aunque shhtt... el no lo sabe. jiji

:D






Monday, June 01, 2009

no hay que cambiar de amo, sino dejar de ser perro.



Ahhh la especie cánida. Senda cruz le toca cargar en esto de las comparaciones con el sapiens. El perro venido a menos; a hombre, a imbécil. Al menos así me da la gana entenderlo. El pedo es que la semántica de la metáfora clásica entre perros y hombres propone lo contrario, sin que hasta la fecha haya podido comprender las razones lógicas. Ahora estoy seguro de que el componente denostativo del símil debería ir en la dirección opuesta. No sé ni por qué vergas yo mismo he venido sobreexplotando dicha relación para hacer énfasis en la desdicha y estupidez de la banda (incluyéndome chicos, así es), sin embargo, estoy convencido de que si los canes pudieran emitir alguna opinión al respecto, estarían más que confundidos.

Manuel J. Clouthier creyó que los perros eran especímenes infelices. El vato escupió la frase que adorna el título de esta entrada, tratando de ilustrar la idea de una reivindicación ciudadana. La premisa en pocas palabras define al pueblo como la mascota de una clase política que lucha por eternizarse en el poder. Bonita imagen. Le aplaudo a Clouthier su poesía pertinente, aunque no estoy tan seguro de que su inspiración haya resonado a través del tiempo en nuesto ánimo colectivo.

La neta es que seguimos siendo perros a voluntad; es mucho más cómodo. Además, por qué madres querríamos dejar de serlo? Al final del día existen razones para pensar que el hecho de vivir bajo la sombra de un amo es a lo que aspiraría todo can domesticado o en vías de domesticación. Sin embargo, la sentencia de Clouthier plantea por si sola la posibilidad de varios escenarios. En el primero se ubicarían los canes que no quieren ni tienen necesidad de mutar a otra cosa, dado que han sido entrenados para aceptar su realidad tal cual es. La sociedad, dilucidada como una gran carrera de galgos babeantes.

En un segundo escenario tendríamos a los chuchos sin amo, esos que merodean por la calle a la deriva y que en el peor de los casos terminan hacinados en perreras. En este templete imagino a errantes, parias, activistas, desadaptados, sociópatas, anarcos, y en general toda una gama de raza anti-sistema que no cree ni en la autoridad ni en los métodos de un amo, y que cuando ladra se le silencia enérgicamente. No habría porque no pensar que de poder elegir, estos pinches perros seguro implorarían porque les cayera un rayo para morir de una vez por todas.

Clouthier convirtió al ciudadano común en perro con dueño y argumentó que el chiste no era cambiar de tutor, sino aspirar a convertirnos en otra cosa que no fuera una especie dominada. Nuestro ilustre ideólogo panista definitivamente no proponía una transmutación social hacia algún género exótico; su convicción se centraba mas bien en el hecho de que dejar de ser perros era la oportunidad para que cada quien forjara su propio destino como especie. Yo y Clouthier hubiéramos sido buenos amigos, muy a pesar de su utópico panismo ochentero.

El vato hablaba de un cambio profundo. De una transformación fundamental, colectiva, consciente. Ir de perro a humano. A ciudadano. Hablaba de un ejercicio pleno y justo de nuestros derechos; de la democratización del poder y la toma de un compromiso individual por participar en la construcción de un nuevo status quo. Clouthier era one bad motherfucker. Por eso lo mataron. Pero su cadáver no importa ahora; además, esto no es un homenaje al cabrón. La cuestión es que la energía vital de este compadre en torno a lo político era confrontativa, revolucionaria en cierto sentido, si es que a un empresario panista de la clase alta se le pudiera clasificar en esos cajones. Desear que el perro induzca el cambio de su propia circunstancia para transformarse en un ciudadano crítico de su entorno está chido, pero me suena todavía a puñeta mental.

A mi me laten los perros. No por nada me refiero al grueso social como la "perrada" enajenada; yo mismo ladro de vez en cuando. Pero hay de perros a perros. Habemos quienes sabemos que lo somos y nos vale madre. Hay quienes hacen como que no saben; otros que lo saben y no les late pero no hacen nada; otros que si hacen; otros más que lo saben y les late, y los que nomás no tienen ni puta idea. Los "amos" seguirán siéndolo durante un rato, más no siempre. Hasta ahorita se han encargado de asegurar por todos los medios las condiciones necesarias para mantenerse como tales. Pasará un rato para poder convertirnos de perros a Clouthieres, en masa, sin que nos maten.