Monday, February 15, 2016

La desesperanza encabronada

Al Chocho Maldito no se le puede dar el beneficio de la duda. Su éter no deja espacio para ese tipo de ejercicios retóricos. No hay muchas preguntas que hacer después de escucharlo, pues. Sus vociferaciones y lamentos pentatónicos suelen superar los porqués y las reinterpretaciones fáciles del "melómano" promedio. Debo expresar que aunque generalmente es sencillo desenmascarar y etiquetar el leitmotiv de la obra de Sergio Fernández, en esta ocasión su neonato dedicado raya en cierta estética suigeneris, lo cual creo que va de gane. 

Decir esto, claro, no elimina la posibilidad de que más de algún mamón clasifique a De, Por & Para en los cajones apolillados de géneros como el post-folk, dark-country, stoner balad, o qué sé yo. Sí, me estoy burlando.  Por eso quiero dejar en claro que esto no es una reseña al estilo del payaso editor de cualquier fanzine indie. Que conste.

"Ya me pasaron el corte final del DPP, ¿lo quieres hacer GARRAS?", me dijo por inbox. Inbox, chingadamadre. Tan minimalistas nosotros. Pero si claro. Y como buen apologista del cliché, me hice un café y escuché el "disco" (A.K.A. archivo de Dropbox) completo. 

Bueno, dije. Está bueno el pinche disco. Las canciones ya compiladas y ordenadas en una colección suenan diferentes. Chilokuili, Todo bien, La rara, Cazador, Ojos de Zanate y Acción patética son piezas que había tenido la oportunidad de escuchar varias ocasiones en vivo, colaborando de manera superficial en algunas de ellas incluso, a través de pequeños happenings de ansiedad compositora que Sergio y su amigo imaginario tuvieron a bien montar más de una vez. El resto del disco pareció simplemente oportuno al final de mi primera sesión.

Había que escucharlo más. Todo tuvo sentido entonces. Cada acorde y cada nota vocal desgarrada. Cada palabra, estrofa y estribillo. La secuencia de las piezas y su continuidad. Y tuve una breve epifanía en la que me di cuenta que era el menos indicado para hacer garras lo que Sergio había creado. Mi conclusión es que De, Por & Para es un monumento a la autoafirmación decadente del extranjero ensimismado que ha luchado por adaptarse a esa tierra de nadie donde se ama y se odia y no se muere en el intento; una “oda al mostro” de los impulsos primigenios. 

Crearle un trofeo de esta magnitud al desafecto no debe ser tarea sencilla. Hay mucha mierda de por medio. Cada canción en DP&P se antoja como una malquerencia casi superada; como un día nublado en el que es necesario transitar con gafas oscuras. Sergio no solo intentó con éxito crear pequeños manifiestos musicales en torno a su propia miseria emocional, sino que se convirtió en ellos: en cada nota, susurro y berrido. Ahí es donde sucede la magia de esta obra y donde ciertamente creo que radica el arte de su propuesta. 

Lo interesante, en mi caso, es que a través de la experiencia personal he podido separar al artista de la persona. Sergio sabe que el Chocho Maldito no necesita pedir permiso alguno para mostrarse fuerte o vulnerable. Eso es lo de menos, y claramente no le importa un pito. Y es que después de su anterior trabajo en Cuentos del desierto, donde el reclamo incendiario y diatribesco puso de manifiesto su vitalidad intelectual y reflexiva sobre la violencia, los estereotipos sociales, la corrupción, la ambición, etc., esta vez decidió ahogarse en la desdicha del terror que a muchos puede causar la catarsis. Después de absorber DP&P es evidente que no hubo pierde.

En lo personal, debo agradecerle esa capacidad temeraria de la que echó mano para enterrarse en el lodo y salir ganando, porque es imposible no sentirse cómplice de todo aquello en lo que está sostenida esta obra. La pericia técnica de Sergio en la guitarra, sus influencias musicales, su meticulosidad compositora, su lírica, y su desgarrada voz, son el elemento básico de un talento musical que definitivamente termina elevando el nivel de consciencia de cualquiera que lo escucha. Inspira y mueve a la reflexión. Toca y sensibiliza. 

Para definir “a qué se escucha” De, Por & Para sin hacer gala de la ridiculez “poética” del metaforero insufrible, tendría que decir que a bolero-blusero con complejo rockero. No podía quedar atrás, sin duda, la proclividad de Sergio por sus Beatles y Johnny Cash. Porque para musicalizar exactamente la desgracia de frases como /pensar daña a la gente/¿sabes?/y lo ha hecho bien conmigo/pues apenas es septiembre/y no hago más que pensar/ o /el tiempo es el enemigo de los amantes/la vida/el tiempo que comparten al desgastarse/ es necesario recurrir a toda la paleta de colores. 

La rara, Ojos de Zanate, Acción patética, y la lúgubre Viene por mí, son claro ejemplo de la forma en la que Sergio decidió aplicar sus recursos estilísticos tanto en la melodía vocal como en las cuerdas, logrando ornamentos à la Lou Reed, Tom Waits y José Manuel Aguilera en momentos. Viene por mí sería la excepción a la regla en lo que pudiera esperarse de él. Esta pieza, que solo se compone de voz y sintetizador, es una de las que más destaca por su ambientación teatral sombría, luctuosa y vampirezca, además de por la inigualable mancuerna entre letra, melodía y voz. 

Si acaso tuviera que reparar en algún detalle sobre esta colección de temas, sería en el de su sonido. Quiero pensar que la grabación y producción fueron diseñadas ex profeso para cumplir con una determinada estética y no que estamos ante la falta de habilidad técnica y/o recursos de los involucrados. Y quiero pensarlo de esa forma porque conociendo a Sergio, dudo mucho que la propuesta sonora de esta obra, al estilo low-fi, haya sido un evento fortuito. Muy por el contrario, estoy convencido de que este disco no pudo ni debió haber sonado de otra forma.

Me quedo con que hay que escuchar De, Por & Para. Hay que escucharlo varias veces hasta convertirlo en favorito. Porque en estos tiempos de desesperanza encabronada, la única forma de ser responsables con nosotros mismos es abandonando la simulación y la evasión. Para crecer, hay que abrazar la mierda y aceptar que aprender a amar sin codependencias paralizantes requiere güevos. Hay que escuchar al Chocho Maldito gimotear estas canciones, sí, pero sobretodo hay que inspirarnos por lo que Sergio Fernández creó cuando estuvo ahí donde el amor ahorca y destruye. Sufrió, hizo su chamba, y ganó.