Saturday, December 31, 2005

manifiesto; carta a un espíritu libre.

Héctor Rodríguez.



No sé realmente cuando sucedió… tuvo que haberse gestado un ímpetu más grande que cualquier exaltación cotidiana, una reflexión casi a medias que pudiera haber encendido el tipo de voluntad requerida para cambiar el estado de cosas alrededor de lo que en aquel entonces se promovía como un “presente de color esquizofrénico” . Mi vida podría asemejarse a la dinámica de retos semejantes al de la ruleta rusa (por su voraz incertidumbre), o incluso al de las mecánicas naturales de los juegos de azar (lo cual podría leerse como una obviedad dada la impredictibilidad de la vida misma); imaginar situaciones ideales y giros que indeterminaran los finales esperables era (y posiblemente lo siga siendo) el leitmotiv alrededor de mi finitud.

Mi personalidad no deja lugar a duda respecto de una especie de galantería psicótica que hace que todo a su alrededor, resulte objeto de atención; caso inminente de abordaje personal hacia la obtención de un resultado (no precisamente benéfico…). Héctor generalmente imagina, sueña en demasía; a veces divaga en especie, yerra en propiedades que el mismo califica como “perversiones sistemáticas de su libido”, en extractos de carroña cultural contemporánea… Sin embargo, no se siente ni una centésima motivado a catalogar dicho estado como un error o una equivocación, solo disfruta. Vivir en los límites del Olimpo genera cierta adicción, cierta predisposición a ser acribillado por lo facto, lo real, lo material; por las crudezas y agudezas de lo que aparentemente nos embarga en sustancia al respirar, al ver, sentir, escuchar… Mi ser personal no es más que “la” extravagancia de lo que en esencia mi impersonalidad ansía erradicar; mi exterior es multifacético, multi-genérico. Las múltiples fantasías del ensueño al que me entrego, no son más que constructos de situaciones que ansían autogenerarse a la par de impulsos electro-meníngeos.

No dibujo en los aires de la existencia una desgracia -mi desgracia- solo juego a suponer que el azar adolece de argumento, y verifico -una vez acabado el juego de las suposiciones- mi proclividad racional hacia las leyes de la física; ello trae como consecuencia un efecto cíclico: causalidad en bruto. Mis arrojos van dirigidos a complacer dicha explicación en toda su teoría, no obstante, al contemplar los efectos narcotizantes del axioma “causa-efecto”, disiento sobre sus imposiciones y transfiguro sus resultados hacia los ensueños de mi psiqué. Cualquier acción es aún más segura dentro de mi cabeza.

Actuar concatenadamente dentro de sí, es el clímax del control. Aquí nada puede salir mal.

Ensoñar conlleva una inversión de energía sobremanera radical (algunos escépticos incipientes la consideran un “gasto”), implica creación, invención… Es el entretenimiento de los ocios de un anhelante epicúreo de la gnosis. Explico y me promuevo a favor del hecho: sin la razón, el sueño no existe. Haciendo de lado un poco a la lógica, la acción de razonar se torna flexible y creativa. Algunos realizamos el acto per se; lo ensoñamos todo… lo cubrimos de inmaterialidad para poder reconfigurarlo a nuestra lid; deseamos la transformación del mundo sobre la palma de nuestras manos. Y como solemos transportar el mismo verbo hacia su última consecuencia, transformamos pues, con solo el acto de desearlo, y con ello, creamos mundos posibles, mundos diferentes, mundos impregnados de nociones trastocadas.

En algún momento del viaje, es posible que nos declaremos totalmente incompetentes hacia los menesteres del aquí y el ahora, hacia las imprudencias táctiles, hacia los grotescos sensoriales y las pulsiones terrenales; es precisamente ahí cuando comenzamos a vomitar todo aquello que huele a hostigamiento, a impacto; aquello que grita materialidad… y como las moscas, esos seres multi-oculares, volvemos a tragar nuestro propio rechazo, ya que de otra manera no tendríamos motivo para escapar, soñando. Al soñar experimentamos realidad… no hay motivo alguno para creer o considerar lo contrario, aún así exista la etiqueta que posiciona a dicho acto como puramente onírico, como una desconexión… aún así, se vive.

Discierno sobre las causas que me dan la exactitud de la vida y sobre las que me otorgan el sinsabor de esa misma exactitud, apuesto por ser la antítesis de las practicas normales, estables, serenas, pacientes…

Suelo demostrarme una estabilidad más intempestiva, una de las más majaderas. Soy altivo, orgulloso, casi seguro de mi mismo… un ególatra inconscientemente orgulloso de su individualismo ético; un presuntuoso utilitario… ello me hace ser un soñador de marca, un abstraído incompartido con grandes dificultades para entregarse a la variabilidad del cambio.

Siento de verdad, que lo que más caracteriza a Héctor es su naturalidad hedonista y su entrega a las pulsiones de la duda. Obsequio gran parte de mi vida a las búsquedas pausadas, a la cacería de entendimientos múltiples que acrecienten mi comprensión hacia la unidad misma que es compuesta de totalidades inacabadas. Mi egocentrismo es el resultado de una serie de procesos en los que supe descubrir un desequilibrio entre mi capacidad de empatía y mi necesidad de esta misma. Mi personalidad esquizoide sufre crisis de humanización de las que obtiene una sensación de bienestar gratificante; plácidas satisfacciones de corta y mediana duración que se olvidan con el tiempo.

¿Soy pues, un fenómeno?

Vivir es maravilloso. Las personas que experimentamos los estados de la realidad nos damos cuenta de la vida demasiado tarde, a excepción de algunos honrosos casos de hipersensibilización. Partiendo de lo anterior, afirmo que tres cuartas partes de nuestro tiempo útil en la vida las dedicamos a padecer como víctimas, y a sojuzgar como victimarios.

Me considero una persona posiblemente difícil de comprender y tratar en ocasiones… no más. Con una corta biografía, he podido darme cuenta de que en realidad conozco una nada de mi impersonalidad a la cual debo algunos retazos de espiritualidad y congruencia. Mis posibilidades de exprimir y sacarle el jugo a las condescendencias de la realidad, han sido ya algunas; en la inmediatez es que he desaparecido y a lo largo del tiempo es que me será posible la muerte por completo, y no en pedazos como me ha sucedido. Le escribo esto a Héctor, al espíritu libre e indefinible de su persona y a sus nimias preocupaciones pseudo-burguesas… a quién otro sino a el…

Promontorio que alza sus ideas a lo inconcebible, al exacerbe, a la locura del genio enfermo de perfección; al que muta con todo lo que muta, sin entender siquiera la misma palabra que lo corroe. Sin entender la operación del entendimiento, sin comprender el hecho de la comprensión, sin conocer lo que le ha sido dado a conocer, sin siquiera imaginar lo insondable del misterio de la imaginación. Ese humano que violenta con palabras y actitudes de actor y que le abruma su misma persona, sin considerarse el mismo, un mártir.

Me quedo con la poesía de la verdad que ausculta a mi incompetencia en el plano de la humildad… dado que el orgullo y el rencor son formas tanto simbólicas como operativas de violencia, concluyo manifestándome como un creyente, un feligrés de dichas formas, que quiere y necesita de nuevas vidas, pero que no ha encontrado el método correcto hacia su encuentro…

Posiblemente Héctor: un inexacto que está estresado de serlo.

“Puedes gritar, gritar,
Sin oír tu voz…
Sin voz, tu voz…
Y la misma fe.”

Friday, December 23, 2005

la noche creadora de vida.

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Héctor Rodríguez.


La noche es enigma persistente. No es por demás que su condición de sólida contraparte a aquello que brilla, recalque cierto cinismo espectral; un descaro de lo impenetrable que se pierde en la ominosa carga cromática desplegada por un negro, ausente de feliz luz. La noche es el último vehículo de inspiración; es la antítesis de eso que somos capaces de registrar a través del iris.

El manto de su oscura forma nos revela esa quietud perfecta a la que aspira todo romántico del movimiento. Una quietud corrompida por seres malnacidos, seres etéreos y poliformes con sed de perdición y venganza.

De los múltiples significados que la noche apropia como suyos, habría que destacar aquellos que la relacionan con las prácticas de lo exponencialmente místico a la especie humana. La razón deja de llamar al juicio sano de su práctica natural y comienza a distorsionar las lógicas asiduamente horizontales que le dan la vida y la propiedad de adjetivarlo todo; la razón es, por tanto, un fragmento perdido de ilusión ya entrada la noche. Los colores, dejan de serlo y se funden en el vacío; los demonios escapan para adoptar formas diversas que generalmente se manifiestan en situaciones concretas de terror, un terror creado por la ilusoria deficiencia de los sentidos, lo cual se traduce más como un defecto que como una virtud. La virtud pura, es la noche que cae sobre nuestras almas, sobre nuestros pedazos de carne tornados flácidos al soportar el peso de lo que no queremos reconocer como parte de nuestra vida...

Hay que repensarnos como fragmentos de una noche que nos vomita; hay que desligarnos del tabú que niega las formas poéticas de ésta misma y apropiarnos de todo lo que tiene en letargo para nosotros.

Es el miedo y la costumbre lo que mata al espíritu; lo que lo aparta de su potencial evolución a otros planos. Lo nocturno tiene esa capacidad de patrocino para con el alma; la hace suya y la adiestra en las formas alternas de lo que el día ofrece; la encubre en sus arrojos, la desata de toda moral arraigada, la inyecta de sensibilidad, la escupe y la abraza, la transforma al cristianismo vacuo para después someterla a los infiernos del satanismo.

Las tinieblas van más allá de lo que un escuálido cerebro humano pueda conjeturar de éstas; de lo que un pobre corazón pueda llegar a sentir de, o con éstas.

Los seres de la noche no escatiman en llanto, sus lágrimas de ácida pena alcanzan a desintegrarlo todo a su paso, haciendo a la vez de dicho acto, el capricho de una luna pletórica de melancolía y tristeza nocturnas.

Las criaturas bastardas que la oscuridad engendra, suponen un hambre infinita, un hambre mórbida, un hambre de almas, un hambre aleatoria que ha de salivar sin menor compasión que la que materialmente pueden erigir los amos del negro temple; los demonios santificados por el baño de luz lunar que permea de forma espiritual, todo aquello a su paso.

La raza que ostenta los designios divinos que tanto he de criticar, se percata de la existencia de lo ausente a partir de los sonidos nocturnales que a manera de decibeles abordan las frecuencias del miedo y la duda; sonidos que otorgan una personalidad de texturas y matices tan penetrantes como discordantes al oído del fino humano aturdido.

Me considero súbdito de la noche, de sus encantos, de sus terrores, de su suspenso, de su melancolía y tristeza implícitas, de su esoterismo, de su profundo miedo, de su fría estela de tribulaciones, de sus quejidos, de su soledad, de su crueldad y poesía, de su inspiración, de su misericordia disfrazada, de sus refugios...

Es en la noche cuando hemos de amar nuestra condición vital. De otra manera, seremos simple realidad confinada al suicidio espiritual.

fernando arrabal, por la gracia de dios.

Javier Esteban



P: ¿Es Dios un ludópata?

R: Se es ateo ¡por sorteo! Como me ha tocado vivir aquí y ahora observo que, hoy, para mi gremio, Dios existe aún menos que Pinocho. Los más juiciosos bromean y argumentan que el Supremo Hacedor creó al hombre entre dos partidas de ajedrez. Con una jaqueca tremenda. En cuanto a la vida… suponen que la ha programado un delfín en su ordenador cubierto de ceniza.

Personalmente rezo todas las mañanas. Borges en Tokyo me confesó que él (tan agnóstico como yo, ¡pobre de mí!) también lo hacía porque… “se lo prometí a mi madre”. Rezo con la esperanza de recuperar la fe que tuve a los diez y ocho años cuando, a punto de entrar en la Compañía de Jesús, una mañana se me apareció (o creí que se me apareció) la Virgen.

(Y mientras tanto, y a lo suyo, el creyente astigmático sodomiza en Ibiza a la miope atea para intercambiar puntos de vista, a lo bestia.)

P: ¿Cuál sería su definición de inmortalidad?

R: Futuro en busca de porvenir.

P: ¿Daría Ud. permiso para ser clonado en vida?

R: Antes del parto, después del parto, vivo o muerto, feto o cadáver se hace se hará o se hizo de mi cuerpo lo que está mandado que se haga: me vacuno cuando me lo exigen, lleno declaraciones cuando me lo piden y solicito documentos cuando me lo ordenan. No atravieso frontera alguna, ni llamo por teléfono una sola vez, ni compro un chupete, sin que quede en registros oficiales, segundo por segundo.

P: Esgrima por cortesía un argumento no teológico ni humanista contra la clonación

R: El físico termodinámico hostil a la investigación de hoy diría: “Es el resultado de una ciencia, como la mecánica cuántica, que viola la lógica”.

P: ¿Qué obra nos recomienda para conocer el origen del Universo?

R: Si el orgasmo se asemejara a la descripción que de él se da en ciertas novelas y ensayos de hoy, creo que recordaría al big-bang original.

P: ¿Cree Ud. que la inteligencia artificial podría desarrollar la conciencia y la voluntad de poder?

R: ¡Ojalá! Que los sometidos se rebelen al fin.

P: ¿Cree Ud. que la inteligencia artificial podría desarrollar la fe, la esperanza y la caridad?

R: “La fuerza bruta de la memoria” vence sistemáticamente a la “inteligencia artificial”… porque el ordenador no cree ni en Jehova ni en Cristo ni en Mahoma. Pero en presencia de tanta miseria espiritual las tres virtudes teologales ¿se nutren de fervor incluso en la pantalla?

P: La Utopía ¿está superada definitivamente?

R: Es uno de los monstruos más repugnantes y sanguinarios de siempre. Los griegos la llamaron “quimera”: era un pajarraco de mal agüero con pico de harpía y cola de víbora. Tras el paso (hoy como ayer) de este bicharraco solo queda miseria y campos de concentración.

(Para vivir a costa de los demás un simpático demagogo ha inventado una fabulosa utopía destinada a liberar a pobres probos y a parados pelados. Para poder verlos desde su lujosa mansión (donde vive rodeado de secretarias desnudas) sus ayos y lacayos le han confeccionado un teleobjetivo de larguísima distancia).

P: ¿Preferiría Ud. jugar su última partida de ajedrez con el artefacto más desarrollado o con un semidiós?

R: No me gusta quedarme a medias. Preferiría jugar con Dios ¡y ganarle! Para no llegar a este extremo irreverente Steinitz, campeón del mundo de 1886 a 1894, cuando jugaba contra El (en las aceras de Nueva York) le regalaba, por devoción, un caballo. Fischer, el campeón de hoy (desde el 1º de septiembre de 1972) reconoció que conseguiría hacer tablas con el Supremo Hacedor únicamente si tuviera la ventaja de jugar con blancas.

P: ¿Qué opina de la pareja Picasso Dalí?

R: Picasso, con razón, es el patrón cultural de España, como un Santiago bis. En la batalla de Clavijo el apóstol mostró su eficacia, en el seno del ejército cristiano, como el pintor mostró su disciplina durante los años del estalinismo. Gracias a su estricta militancia (al totalitario partido que controlaba en ese momento el arte) protegió su portentosa obra artística.

Dalí, por el contrario, se negó a enrolarse en aquella máquina implacable. Por ello sus vetadores le han calumniado y negado. A Dalí le interesaron las hipótesis científicas audaces y las especulaciones filosóficas sorprendentes más que la protección de su obra artística.

(¿Por qué el servilismo voluntario suscita tal plaga de plagios?).

P: ¿Con quién preferiría Ud. naufragar en una isla?

R: Con un ser de la inteligencia de la matemática Sophie Germain o de Sócrates, con la bondad de Buda o de Catalina de Siena y el encanto de Confucio o de la jovencísima Hildegard.

P: ¿Hay en estos momentos algún movimiento universal en las artes?

R: El de siempre: el que impone su orden conformista y diaboliza a rebeldes e insumisos.

(Me gustaría conocer la última previsión que escribirá el científico racional el día anterior al fin del mundo).

P: Háblenos del Movimiento Pánico…

R: En 1963 Jodorowsky, Topor y yo, tras tres años de asistencia casi diaria al grupo surrealista, creamos el “pánico”.

El “pánico” es la crítica de la razón pura, es la pan-dilla sin leyes y sin mando (cualquiera se puede decir miembro del grupo e incluso fundador de él), es la explosión de “pan” (todo), es el respeto irrespetuoso al dios Pan, es el himno al talento… loco, es el antimovimiento, es el rechazo a la “seriedad”, es el canto a la fatal ambigüedad, es la voluntad de aportar nociones que se creían despreciables al mundo de lo “grave” zapando al mismo tiempo los valores establecidos, es el arte de vivir (que tiene en cuenta la confusión y el azar), es el principio de indeterminación con la memoria por medio…

… y todo lo contrario.

P: ¿Conoce Ud. el teatro alternativo actual en España?

Lo leo como la obra alterativa de mis alter ego. Es el teatro de los herederos de Cervantes y de Valle-Inclán. Estoy convencido de que, contrariamente a ellos, se representarán sus obras. Y que van a alterar el orden cultural (¡que tan bien saben alternar!).

P: ¿Cuándo estrenará su próxima obra en España?

R: (Tras reir feliz, Arrabal responde) Como decíamos ayer… ¡inminentemente!

ulterioridad in vitro.



Héctor Rodríguez.


Inmediatez.

Navegando, atascados en un segundero insatisfecho de mecánica… apreciando las minúsculas transformaciones sucedidas en las limitadas zonas de amortiguamiento existencial que nos creamos. Metamorfosis sutiles, cargadas de instantaneidad terminal, dando pie a transiciones in vitro acontecidas dentro de carátulas rayadas. Me entrego a las interrupciones, apenas logrando denotar una patética sonrisa ante la exacta histeria de cada segundo sucesor de instantes… observando como mi biología se mofa de la teatralidad humana en la que levito; sobre rieles fijos… hospedado en un receptáculo con promesas de caducidad… designado a inmensos circos que operan como esferas sintéticas que agraciadamente sirven de hábitat ad hoc.

La punzante vigilia comienza a reducirme. Inicia alterando el flujo sináptico, embruteciendo en lapsos mis intentos de coherencia. Obtengo de unas palmas carcomidas, el festejo impostergable a las recetas construidas por el imperio augusto; de ejércitos morales, legislando a priori con tinta obtenida de frescas vísceras goteantes. Preveo en ésta vigilia, pistas múltiples… circos infinitos, atestados de gradas impacientes por la llegada de la audiencia paralítica, involuntaria; esa que ha optado por observar sin participar, programada para mover la cabeza y emitir gemidos sordos destinados al vomito ecuánime del honorable ministerio.

Anticipo incontables pistas dispuestas en modo de natural psicodelia, cubriendo el requisito del calidoscopio. Se anticipa la síntesis: carpa en fondo negro, destinada al silencio… entra a escena el payaso, único en su tipo: participante integral, desafiante de las leyes de la física en todo el perímetro. El bufón: ser festivo de la ignominia a la que se ha hecho acreedora el público espectador; oportunista flemático de las fórmulas y prejuicios del maestro de ceremonias y reinventor de realidades violentas por excelencia. Es en el payaso donde la celeridad se congela y el instante transfigura hacia nuevas dimensionalidades, descartando el futuro adoctrinado.

Una vez más, regurgito en mi desvelo al percatar su continuación a través de mi sistema linfático. Vasos, ganglios y tejidos invadidos por una nueva forma de ominosa inmediatez que desarma en espasmos mi bioquímica, mientras decido si optar por lo que es, por lo que fue, o por lo que inciertamente dictarán las intermitencias del péndulo cardiaco.


Posterioridad.

Me repongo en pausas y elijo la transfiguración. De inmediato me queda claro que en el espectáculo, solo el ímpetu del payaso logra trascender la etiqueta eternizante de los diagnósticos totalitarios del magno parlamento representado por la figura augusta. He ahí al excéntrico personaje anexo que da nombre a una noción mucho más honesta y autentica del porvenir. Lejana a éste, la audiencia persiste mirona de la puesta en escena, chapoteando concupiscente en lagos de brea fétida que sirve las veces de alimento y vasija receptora de vísceras y menudencias.

Escenario extraordinario, que festeja la inmundicia, imbecilidad y ridícula vulnerabilidad de las individualidades que conforman el desperdicio colectivo que coexiste lastimeramente -cual parásito displicente- sobre la pista circense… la audiencia… mirando ignorante y convulsionándose en sus propias excretas.

Tras la delgada película de plástico, concibo la fractura del presente en retazos que superan las categorías del tiempo, convirtiendo el lugar común del sketch circense a la irreligiosidad. El payaso se une a ésta inequívoca causa, con promesas que apuntan hacia una suerte de oscurantismo, de ilegalidad blasfema que ofrece trastocar el razonamiento augusto hasta su discapacitación, hasta su mutilación progresiva e inacabable. La figura pánica opera con atino y riesgo de inquisición este hecho de esplendor burlesco y rabioso.

Cabeceo… narcotizado por la dictadura de las manecillas, me incorporo para regresar de un trance por demás estéril, donde no ha existido desperdicio intelectual para los planteamientos y aproximaciones realizadas, pero si para su eventual colectivización. Pulso fracciones repetitivas, reiterativas, de sucesiones, de encadenamientos exasperantes… exploto en neurosis para de inmediato proceder a inyectarme vía intracraneal una serie de ritos idiotas y febriles que juran dejarme obseso, obnubilado, perplejo ante sus fórmulas ilustres, erigidas inconmensurables hacia la nada.

Inhalo…


…Retengo…


…Entrego la dirección de mi sistema a los procesos inconscientes, convirtiendo las miserias sobrantes de lucidez, en letargo. Hiberno, produciendo eventualmente un hermoso desliz de estupidez que discurre hacia breves charcos de baba hilarante. Enajenado absoluto de los objetos sensibles, con rictus de pupilas dilatadas y oscilantes, me obsequio a los espesos edificios consignados a la norma erradicadora de la fe, deleitándome en ley, convención, moral, frugalidad, estatismo.


Exhalo…


…Tras el congelamiento sistemático, deviene en porciones una segunda etapa de razón. Despierto solo para advertir la contradicción del acto respiratorio, que deriva en automático a la par del ritmo cardiaco, detentando el doble objetivo de mantenerme contemporáneo a todas luces, mientras me condena deliberadamente hacia la oxidación, cual padecimiento degenerativo ineludible.


Inevitabilidad

En ahogos elijo hundir los finales anacrónicos, orinando en paroxismos las ofrendas bastardas que subsiguen al presente corrosivo. Solo placer exquisito: millones de escalofríos de extemporánea fruición vertidos a chorros sobre las enciclopedias bíblicas, atestadas de inservible canon. He aquí el escenario perfecto para el pánico clon trasgresor de temporalidades, revolucionario de épocas sin fin, buscando el espacio adecuado dentro del orden de un caos estructurado.

Telones rasgados de fatalidad caen sobre la palestra corroída, impactando los rostros disecados de la audiencia indiferente, hasta su desfiguración. Millares de semblantes ultimados a la sazón de alegres melodías que celebran la erradicación de la torpeza, del despropósito humano; de la anomía y parálisis; de la fatuidad orgullosa; en fin… de la mierda moderna en la que el espectador promedio chapotea, obedeciendo, asintiendo, desvalorizando, indiferenciando, ignorando por costumbre.


¡Que gusto! ¡Que imagen justa! Que merecido.


Eludiendo las formalidades mortuorias para con los restos amputados de la audiencia espectadora, el payaso decide terminar el trabajo, neurotizando al tótem augusto hasta la locura. Ya sin normas, sin reglas, sin ley, sin esquemas, la conciencia augusta advierte el fallo en su estructura, entregándose al cronómetro inexpugnable del futuro.


Una vez más, el futuro.

Con las vértebras colapsadas, los globos oculares hundidos y un color palidecido -casi transparente-, yazgo jorobado, venerando el resplandor del monitor y escuchando las gotas caer de mi frente… minúsculas gotas de fermentado sudor depositadas en las ranuras del teclado. Uno de mis tantos músculos se contrae por reflejo, produciendo un entrecejo fruncido acompañado del suspiro que habrá de reunir mi esqueleto en una sola pieza, hacia la verticalidad lumbar.

Doy cuenta en mi accidentada vigilia, de la promesa, del destino, de la cita, de la incertidumbre a secas, del reto a la creatividad que implica el compromiso de la vida ulterior. Es la tarea del porvenir en manos del rigor pánico en cada uno de nosotros. Es la agenda del futuro emancipada por la alteridad del payaso; por la inevitabilidad de lo otro existente, de lo oculto y verdadero; por el ímpetu alquímico del bufón que somos por dentro… es el requerimiento del futuro, previsto por la ligereza de un presente desechable, paranoico, esquizoide, el que se deposita en mi consciencia.

Frente a mis ojos: la verdad del porvenir. La libertad de los inmensos circos que han operado bajo el control ejercido por manadas de oligofrénicos en celo. Erizo el pellejo e impulso el cuerpo hacia atrás… litros de sustancia comienzan a hervir en mis sistemas… líquidos corporales vaporizándose hacia mi disecación. Comienza el dolor vociferante, fluorescente, hostigante, agudo, insoportable… erijo el cuerpo para correr y azotarlo contra la pared cuantas veces sea necesario. Corto circuito. Mis tímpanos revientan en acartonados ecos, ahogando la fidelidad del tiempo, terminando por percibir frecuencias opacas, sordas. Un cuadro maravilloso… hematomas por doquier, bautizados por gritos melancólicos que ofrendan sangre a pinceladas.

Lo inevitable es mi final. Lo inevitable en mi final es el cambio. Lo forzosamente eludible: la permanencia. Lo idealizable: la permanente impermanecia. La condición sine qua non para mi futuro: renacer en lo otro, en lo nuevo, en lo impensable, en lo absurdo e inaceptable, en lo oculto, lo obvio, lo desdeñable, lo ignorado…


Me mimetizo con la nada solo para renacer en el payaso y fornicar sobre las rutas trazadas, sobre las verdades absolutas.


pensando en píxeles inconclusos.*

Héctor Rodríguez.


La brillantez de los espacios en que vacío mis escuálidos intentos de sobrevivencia lingüística cada vez se torna más cegadora. Creo haber determinado la distancia entre esta sutil inexpresividad mía y la densidad del tiempo transcurrido delante, detrás y a los costados del maniquí dérmico que me conserva; si acaso me atreviera a dimensionar ese cálculo en alguna medida física, ésta (distancia) sería equivalente entre uno y otro evento… mi incapacidad y su envase atemporal se persiguen en paralelo. Quisiera poder prever con mas agudeza este tipo de espasmos a los que guardo tanto recelo; es curioso, los padezco con tremenda angustia y sin embargo los decodifico en palabras perdedizas a un futuro, convivo con una ausencia aterradora al instante de esa sacudida, la percibo, me la apropio… una vez experimentándola, comienzo a auscultarla, a conocerla; me adentro en sus silencios y la reto con todas mis fuerzas.

La complejidad del proceso en este tipo de crisis casi ridícula es de mencionarse ya que involucra una serie de elementos multidimensionales inscritos en lo que llamaré un “campo material de contacto y deliberación cognitiva”. Es sencillo; si tomáramos en cuenta la relación que se entabla de manera automática entre la información del exterior y el funcionamiento cognitivo de nuestro cerebro, podríamos comenzar a entender ciertos déficits, ciertas obstrucciones, ciertos letargos y rezagos en los procesos en que nuestra mente cerebral opera.

Por principio, tomemos en cuenta el factor “estímulo”. El cerebro es un músculo que necesita de un mantenimiento consciente e integral, solicita de un inherente ejercicio de flexibilización hacia el incremento de ciertas posibilidades en su total y correcto funcionamiento y desempeño. Indago pues, sobre lo que en teoría considero una obstrucción sistemática hacia la plenitud de un funcionamiento sano y depurado en los procesos del pensamiento, la memoria y la mente en general. Como un breve preámbulo, y a manera de contextualizar algunos de los detonantes de la problemática que intento esbozar (de manera muy general), propongo como causa inminente e ineludible nuestra contemporaneidad. Las actuales sociedades han optado por edificarse sobre inmensas plataformas económicas que han determinado modelos de vida aplastantes, rigurosos, en los que se congregan de manera plural y heterogénea una serie de eventos caóticamente sofisticados; ello configura actualmente lo que podríamos llamar una “fenomenología de la modernidad”, que como resultado inobjetable ha producido inmensas torres de Babel de las que no han de surgir soluciones humanas para la vida.

Gracias a la multiplicidad que ya de sí plantea la sola idea del neoliberalismo en todos sus sentidos, hemos de subsistir bajo los efectos de una monstruosa oleada de información, de una sobresaturación infinita de datos que anuncian, venden, promueven, advierten, asustan, amenazan, entristecen, indignan, enojan, corrigen, sugieren, divierten, angustian, cuestionan… He ahí el porvenir de los procedimientos automáticos del pensamiento. Este cúmulo de intencionalidades semánticas no solo abruma la frágil plataforma mental humana, sino que la confunde, satura, fragmenta y desquicia progresivamente, afectándose nuestra subjetividad mientras es guiada, conducida, influida, corrompida y bombardeada. Esto lo podemos comprobar a cada minuto: cualquier publicidad explica en su producción inherente (influencias y condicionantes) lo que acabo de exponer. Otros fenómenos similares revisten en su forma y contenido la carga de sentido necesaria para modificar gradualmente no solo la fisiología de los procesos del pensamiento sino también las cogniciones, y en el peor de los casos, las conductas y actitudes individuales.

La génesis de esta ruptura sobrelleva algunas consecuencias que deberíamos considerar, de menos, a largo plazo. Entendemos que esta fractura es de tipo complejo y que requiere de instrumentos cognitivos de análisis que logren restaurar y reencauzar nuestras capacidades de asimilación, conceptualización y discernimiento con el objeto de ponderar a consciencia la información que ha de ser introyectada a nuestro cerebro.

Se percibe entonces, la necesidad de crear un sistema emergente de apropiación semántica que otorgue nuevas posibilidades de recepción e interpretación del conjunto de informaciones orbitantes a nuestra existencia. No se habla de un dispositivo material ni de un programa teórico aspectado en módulos ni mucho menos; se habla de una iniciativa personal, individual, de una propuesta auto-gestionada que idénticamente “estimule” una de-sensibilización de los procesos de subjetivación a partir de un análisis concreto, integral y profundo de las “huellas” en tanto producción, circulación y recepción de dicha información; solo así lograremos entender fríamente la subliminalidad de este fenómeno a su vez que estaremos desmantelando el todo en sus partes.

Este brío convoca de un trabajo de lectura entre líneas que requiere irreductiblemente de énfasis, enfoque, concentración y auto-descubrimiento; necesitamos comenzar a pensar el pensamiento, a mentalizar los procesos mentales y a redescubrir el significado de los significados… solo llevando a cabo este tipo de proyecto podremos concebir una metodología de los procesos cerebrales del pensamiento sin espacio a claudicar, sin caducidad, sin involución ni parálisis. Para ello, es inminente la apertura de un espectro que perciba a toda información aspirante a certidumbre como insuficiente en su explicación, con ello indico que debe cuestionarse en tanto fundamento; las pruebas tangibles, la inducción, la verificación / confirmación debe quedar en entredicho ya que es precisamente en esta naturaleza procedimental donde descubrimos un espacio en blanco en el que se revela la falibilidad de toda certidumbre. Con lo anterior solo intento hacer clara la relatividad de la que es parte tanto nuestra forma de pensar como la idea misma de las certezas absolutas, que distan de dicha impecabilidad y que pueden ser descubiertas como verdades empaquetadas en envases reciclables.

Es claro que el objetivo último de este meta-sistema es la recuperación del predominio analítico hacia los contenidos, y la reinserción del sujeto como ente de conocimiento dentro de sistemas complejos generalizados. Con un “meta-sistema” nos referimos a un modelo guía internalizado que funja como motor de conocimiento de un modelo primario, es decir, un modelo sistematizado que desde un orden exterior, estudie las formas y los procedimientos del modelo que estudia al conocimiento en general. En pocas palabras, hablamos de una metodología que se concentra en la revisión de la manera en que configuramos realidad; de un conocimiento de segundo orden que se encargue de revisar todos los fenómenos y dominios cognitivos, incluso de un segundo pensamiento reflexivo que opere hacia la dilucidación de los procesos de nuestro pensamiento reflexivo. Con “reinserción del sujeto” refiero a la reintegración del ser a los objetos de estudio del pensamiento, dentro de realidades complejas subordinadas al caos fenomenológico del cosmos en general.

El planteamiento epistemológico que de aquí surge no tiene gasto alguno; se debe comenzar a pensar sobre aquello que se piensa cotidianamente; debemos de tomar en cuenta que eso que en apariencia parece existir, es en definitiva una ilusión.

Ahora si, todo va tomando forma… Cuando somos capaces de interpretar la ilusión de los elementos conformadores de nuestra realidad inmediata, hemos dado un paso hacia la comprensión de ese todo integral que busca más allá de si mismo las respuestas a su génesis y expansión. Este tipo de paradigma metafísico supone una conexión y un nivel de desarrollo de conciencia bastante altos… y aunque se revela como un evento metafísico, es por igual un suceso científico inapelable que expone sin lugar a dudas la versatilidad, heterogeneidad y flexibilidad de su naturaleza al incorporarse al estudio de su estudio, es decir, transmuta y se convierte en su propio objeto de estudio.

La cientificidad promotora de la disyunción entre las disciplinas del conocimiento es tangible, como igual de tangible es la cientificidad de la búsqueda que las mentes inconformes, paranoides e intranquilas realizan… Decía en un principio sobre mi padecimiento de inexpresividad lingüística; ahora siento que más que una carencia lingüística, habría de haberme referido a un miedo de tono psicótico: el miedo a caer presa del vacío a mi alrededor. Hasta aquí puedo considerarme un teoricista extremo, un razonador precario y un sediento de lógicas que puedan lograr a futuro alguna flexibilidad interdisciplinaria… sin embargo, por más que hago el esfuerzo, es rara la vez que logro la contundencia esperada por mi mismo, terminando así, atascado en reflexiones que giran espiroidalmente hacia un vacío infinito, abandonándome, elucubrando en pixeles inconclusos…


*inspirado por el humanista Edgar Morin y sus estudios sobre la complejidad de los sistemas conformadores de la vida en general.

Thursday, December 22, 2005

inoculando lo sublime, magnificando la virtualidad.

Héctor Rodríguez


Al observar el monitor, me doy cuenta de la inevitabilidad de lo táctil, de la omnipresencia material a mi alrededor. Esto se expande de forma intimidante, tanto más cuanto que es ahora imposible pensarnos y sentirnos como humanidad sin antes recurrir a las estrategias de la ilusión, producto de nuestra propia autoría. Dentro de este marco es que hemos sido capaces de realizar las hazañas de conocimiento más gratificantes, reinventando nuestros modos de vida e innovando hacia la simplificación de los esfuerzos en todo sentido referido al trabajo; sin embargo, esta empresa ha sido igualada en potencia por la generación de nuevos vacíos de conocimiento, nuevas ignorancias imprevistas que han causado un descontrol en los equilibrios a los que aspiraría todo nuevo y perfecto descubrimiento.

La operacionalidad tecnológica se ha disparado enormemente y ha logrado infiltrarse hasta en las actividades más inocuas del quehacer individual, desencadenando con ello nuevas formas de adaptación que en esencia han virtualizado los procedimientos más básicos en lo que respecta a la actividad cognitiva humana. Con virtualización no solo refiero a la producción de ciertos efectos en oposición predominante a lo facto o real, sino también a la dualidad sustentada entre la carga práctica y teórica que define al término y a los procesos de la realidad, así como a la preponderancia de la ilusión; lo aparentemente real Vs. lo esencialmente real.

Partimos de semejante esbozo teórico porque creo yo, estamos ante una crisis de reconocimiento de los eventos configuradores de la realidad, dicho esto muy por sobre la tarea de las ciencias de la investigación científica formalizada (por demás ceñida a sus propias formulas reduccionistas, limitando todo espectro, toda interdisciplinariedad). Dejando de lado la axiomatización cientificista de la realidad, esta dislexia a la que trato de referir se jacta de evidente y natural, como si en efecto, la realidad fuera unívoca y se padeciera sin reacción y/o relación alguna, como una cosa en sí.

Cierto es que la materialidad que nuestra percepción humana alcanza a registrar a través de la vista y del tacto, solo revela una mínima parte de lo que en esencia conforma las estructuras multidimensionales de lo estricta y caóticamente real, definiendo este último término como eso único que tiene existencia verdadera y efectiva. A partir de aquí, ya podemos plantearnos la cuestión sobre la que descansa nuestra premisa de lo aparentemente real Vs. lo esencialmente real, la cual remite a variables como la veracidad de la existencia de lo material en adición a su finitud (caducidad), valor trascendental, relevancia inherente y valorización respecto de la realización y satisfacción humana en general.

Como primera disyuntiva en dirección a esclarecer las diferencias entre los elementos de lo aparente y lo real trascendente, reflexionemos alrededor del concepto de posesión, y tratemos de contextualizar sus significados respecto de sus contraposiciones semánticas. En su sentido más natural, el concepto de posesión refiere a la real aprehensión o tenencia de una cosa corporal. De la anterior acepción podemos inferir sin menor prejuicio sobre el fenómeno de materialización de la vida humana; la creación de afectos en la relación sujeto-objeto, los valores agregados, la personalización y humanización de los entornos y cuerpos físicos, las proyecciones psicosomáticas en tanto aprehensiones y sentidos de pertenencia a los objetos poseídos, etc. Este tipo de manifestaciones tienden a decantar en psicopatías (manías, psicosis, obsesiones) que degeneran en una parcial y/o total dependencia por lo material, generando un placer finito determinado por objetos de utilización igualmente finita; aún lo anterior, la dinámica por demás hedonista que se ha constituido alrededor de la relación sujeto-objeto es representativa de nuestra contemporaneidad.

En un sentido mas integralista, el concepto de posesión se define como aquella relación que no es tan solo real y corporal, sino, además, comprensiva de los derechos y demás bienes inmateriales, objeto de la cuasi-posesión. Esta acepción nos indica un desprendimiento vital entre la dependencia ilusoria hacia lo aparentemente real, y los apegos individuales gestados en dicho estado de cosas; es decir, se relativiza la importancia de la relación sujeto-objeto al otorgar al sustento material, un valor de inmaterialidad equivalente, reconociéndole así mismo su valor utilitario, inmediato y finito. Hablamos entonces de una calificación y valorización objetiva hacia los elementos constituyentes de la materialidad que conforma a lo esencialmente real, dejando a un lado todo afecto, todo indicio de disfrute hedónico, toda personalización material, toda dependencia enfermiza.

Planteemos entonces una preguta obligada; ¿Somos poseídos acaso por lo aparentemente real o, por el contrario, poseemos humanizadamente dichas apariencias a nuestro beneficio inmediato? La respuesta a ambas preguntas posiblemente se dirija a desentrañar un mismo fenómeno paradigmático; el reconocimiento de la esencialidad metafísica en detrimento de la virtualidad o paralelismo de lo supuestamente real, es decir, la materia por sobre todo intento de supervivencia objetiva de esta. Otra pregunta obligada plantea las causas de este fenómeno ineluctable y refiere a los cómos y porqués de su desarrollo progresivo.

Hay diversas teorías que podrían darnos una pauta hacia el entendimiento del actual conflicto entre la materialidad y la esencialidad de lo real; la gran mayoría de estas, basan su argumento central en aspectos filosófico-mitológicos de gran fuerza pluricultural, siendo en si mismas, un enigma hasta la fecha. A este respecto, existe un innumerable esfuerzo de tratados teóricos que intentan explicar de manera hipotética la naturaleza crítica del binomio evolución-involución, referido a las capacidades y habilidades sensoriales, extrasensoriales, cerebrales, intelectuales, mentales y trascendentales del ser humano en determinado momento de su historia.

Navegar por sobre la turbiedad de las gamas teorizantes enfocadas a resolver el misterio dimensional de nuestra relacionalidad esencial-material, se antoja por demás inútil. La cuestión ha sido más que exprimida por la filosofía tanto antigua como moderna, aterrizando en entidades como las construidas por Kant; el paroxismo de la complejidad sobre el tema, por cierto.

Quisiera dejar a un lado las referencias sagradas. Mi obsesión por el acontecimiento de una respuesta concluyente respecto de la experiencia humana en torno a lo ilusorio y lo real, se prescribe igualmente inútil y fructífera.

la gran fiesta del universo.

Elena Poniatowska


Realizador de más de 100 obras de teatro, autor de varias películas consideradas obras maestras cuando no grandes experiencias visuales, como «Santa Sangre» y «El Ladrón del Arcoiris», interpretada por Omar Shariff y Peter O’Toole, habitantes de una alcantarilla, Alexandro Jodorowsky decidió irse de México porque lo perseguían policías y ladrones, que así les llama hoy a los políticos.

"Cuando me amenazaron las autoridades mexicanas, me llevé todos los negativos y terminé la película «Santa Sangre» en Nueva York, una ciudad insana, donde hay choques eléctricos, a mi gata todos los pelos se le hicieron nudo, mis hijos acabaron neuróticos, en la primera semana que los cambié de colegio me los quisieron violar"

- ¿Cuántos años tenían tus hijos?
- Había de cuatro, había de ocho...
- ¿Cuántos hijos tienes?
- Actualmente tengo tres. Partí a Paris de nuevo porque me llamaron para trabajar en una película.
- ¿No extrañas Chile?
- No. Extraño a Donoso que ya murió, a Jorge Edwards, al flaco Enrique Lihn y a otros amigos a quienes conocí en los cuarentas, pero ya para 1953 sentí que no podían enseñarme nada, yo era más innovador y atrevido que ninguno de ellos. Ya te lo dije y te lo repito, fuí un adelantado a mi época. No había maestros que pudieran enseñarme la Alquimia o el Tarot o nada de lo que me interesaba.
-¿Te consideras un genio?
-Si.
-¿Por eso te odian
-¿Tu me odias, Elena?
-Claro que no, pero sé que eres odiado y admirado con igual intensidad. En la actualidad ¿de qué vives?
-De mis comics que son muy populares en Europa, soy un experto en cómics, trabajo con quince dibujantes que publican en Estados Unidos, en Corea, en Francia, España, Italia, Holanda, etc. «El Incal» es el más famoso de mis personajes. Sale en español pero en México mis historietas resultan muy caras. Son comics normales, tienen su mensaje, su violencia, su ciencia ficción, sus hadas y sus malhechores. Los dibujantes son tan enormes como los personajes. Inicié los comics con Moebius y Giraud, grandes amigos. Ahorita estoy haciendo uno que tiene mucho éxito y se llama «Cara de luna». Como verás no sólo escribo novelas, te hago libros de terapia, he terminado uno sobre el Tarot. Quizá en mayo filme dos películas, una o dos o ninguna, porque en el cine los proyectos nunca son seguros. Asimismo doy cursos y sigo haciendo teatro pánico en París.
-¿Por qué te gusta la palabra «pánica»?
-Porque funda un movimiento. Cuando llegué a París conocí el surrealismo de Breton pero ya era un movimiento moribundo compuesto por políticos de saco y corbata, troskistas, que ya no jugaban ni se divertían sino discutían de política y se tomaban mortalmente en serio. Me hice amigo de Arrabal y de Topor y nos burlamos de ellos y se pusieron furiosos. Decidimos fundar nuestro propio movimiento y entronizamos todo lo que el surrealismo negaba, como el rock. El surrealismo rechazaba la ciencia ficción, imagínate, negaba que la publicidad pudiera ser arte, Breton detestaba la música, a su mujer chilena que era pianista le clavó el piano para que no lo abriera, Breton odiaba la pintura, él creía en una pintura literaria, pero la abstracta, le parecía mala porque nunca la entendió.
-¿Y ustedes los del Movimiento Pánico cómo eran?
-A nosotros nos gustaba el box, el baile, la pantomima, divertirnos, quisimos que se llamara «pánico» y juramos que todo lo que haríamos el resto de nuestra vida lo íbamos a llamar «pánico». Los surrealistas mexicanos como Alberto Gironella, de quien fui muy amigo, me fallaron en México. Gironella me hizo una escenografía y por su culpa me cerraron la obra. Dividí mi escenario en 4 partes consagradas a 4 pintores: Carrillo, Felguerez, Vicente Rojo y Gironella. Felguerez, Carrillo y Rojo hicieron un cuadro abstracto y Gironella hizo un homenaje a Buñuel, y se le ocurrió freir chorizos en un cáliz de la iglesia y puso a la mujer de Alberto Isaac, Lucero, a bailar twist vestida de monja con minifalda. Me cerraron el teatro por culpa de Gironella porque también en la tambora pegó una foto del Papa. Cuando me pusieron en la lista negra nadie dio la cara por mí, fui yo el monstruo. Claro que quise mucho a Gironella, pero todavía recuerdo que no sacó la cara por la barrabasada que hizo. Vino la censura por boca de «El peredito», Peredo, el imbécil que dirigía la oficina de Gobernación y nos jodía a los artistas. Después, ya nadie se acercó a verme, yo estaba como un leproso, un apestado, todos huyeron excepto Elda Peralta y Luis Spota. Son los únicos que me dieron trabajo porque Elda presentaba una obra: «Las paredes oyen». Spota y ella me convirtieron en galán, tuve que cambiarme de nombre y me gané la vida llamándome Mario Arenas, porque si no me muero de hambre.
- ¿Cuánto tiempo estuviste en la lista negra?
-Dos años. ¡Y me salvó Spota! Digan lo que digan los intelectuales, el verdadero hombre moral que encontré en México fue Spota. Cada vez que tenía un lío, él me salvaba porque Elda Peralta, su mujer se lo pedía porque ella quería hacer teatro conmigo. También Spota me consiguió la página en «El Heraldo» para publicar mis «Fábulas Pánicas». Me dijo: «Haz cuatro fábulas de avance y yo te las publico» y lo hizo durante cuatro años.
Hoy tengo seguidores en el mundo entero, los niñitos de seis años leen mis cuentos y hacen mis actos de psicomagia, no solo en México sino en Chile, en España, en Francia, en Italia. Mi libro «La danza de la realidad» es un delirio en Italia. Es la constancia de cómo inventé la psicomagia pero no hablo del teatro ni del cine. Me formé en México porque aquí conocí a Erich Fromm, a la escuela psicoanalítica.
A partir de mi venida a México empecé a vivir a la defensiva, toda mi vida he luchado por imponerme y los escándalos fueron eufóricos, eso era vida, pura vida. (Sonríe) Fue una época maravillosa, a pesar de todo lo que decían y todo lo que me hicieron, toda la estupidez en mi contra. Hasta mi amigo Rius publicó una historieta desconfiando de mi absolutamente, un cómic entero contra Jodorowsky ¿te imaginas?
- ¿Y no te daba miedo el odio que suscitabas?
- Yo no tenía miedo, para mí el teatro fue una religión, yo defendía mi religión, yo creía en eso ciegamente. Cuando me pasé al cine, volví a creer ciegamente. Más bien, creo que fui un marciano, siempre he estado expresando lo que siento en forma honesta, he dejado cosas que me podían hacer millonario, los Beatles me tomaron como gurú, «El Topo», le encantó a John Lennon, fue él quién presentó la película. Me dio el dinero para hacer «La montaña sagrada» y ahora que murió George Harrison recordé que Lennon iba a ser el ladrón, el personaje principal, y yo lo ví en el Hotel Plaza, muy blanco, muy bello, muy puro. Me dijo que él la haría, pero que había una toma inaceptable. No se pondría en cuatro patas mostrando el ano a la cámara dentro de una fuente donde había un hipopótamo. Primero que nada, le tenía miedo a los hipopótamos y segundo, él no mostraba su ano. Le dije: «Es que tienes que hacerlo porque esto es histórico, si tú no muestras tu ano, yo no quiero poner un doble, yo quiero que lo hagas tú, un artista tiene que mostrarse entero y tu ano tiene un significado simbólico profundo.» Se negó y entonces vine a México y le di el papel a Nacho Salinas que en esa época era un cómico de Music Hall. Durante muchos años, critiqué a Lennon por su puritanismo pero ahora que se murió George Harrison me di cuenta que yo tenía razón y que él tenía razón porque él era un hombre público, y su imagen era de hombre religioso, místico y era incapaz de romper esa imagen ante el mundo. No era un performer ni un actor entregado, era una gran figura pública.
-¿Cómo pudiste influir en los Beatles?
- Tengo la calidad de atraer tanto a hombres como a mujeres. Hay muchos cursos en el que un profesor hombre atrae a las mujeres porque ahora los hombres están por debajo de la acción despertadora de la mujer. Las mujeres acuden a talleres y quieren avanzar y los hombres no, los hombres hablan de política y de negocios. Hay un 70% de mujeres en mis talleres aunque no soy un seductor de mujeres.
- ¿No lo fuiste?
- Ya pasó esa época. Antes me acostaba con todas las actrices que podía; para mí era esencial que se acostaran con el director para que él las conociera a fondo y saliera mejor la obra, esa era mi teoría. Otra de mis teorías es que el hombre es polígamo y la mujer no, yo fuí un bruto, pues, un bárbaro psicológico, pero con los años me he resignado a mis mutaciones y aprendí. Ahora, para mí, un alumno tiene tanto valor como una alumna, no hago diferencias. Los hombres vienen a mi taller con su esposa, su mamá, y que yo, profesor no me aprovecho de ellas para seducirlas, incluso mentalmente.
- ¿En qué consiste esa mutación a la que te refieres a cada instante?
- Te voy a dar un ejemplo muy claro para que me entiendas. Tenemos formas de pensar negativas y podemos cambiarlas. Un niño se para al borde del abismo, y su madre que no ha hecho la mutación mental le dice: «Cuidado, no te vayas a caer» y la que sí la ha hecho le dice: «Hijo mío, conserva tu equilibrio». Son dos posiciones muy distintas. Una habla de un valor, conserva tu equilibrio y la otra hace una predicción, no te vayas a caer.
- ¿Casi lo está empujando?
- Se va por el lado negativo. Eso es lo que llamo mutación mental: una nueva actitud. Incluso habría que cambiar el Padre Nuestro. La frase «libéranos de todo mal» es negativa. Habría que decir: «Desarrolla en nosotros el más alto bien». La iglesia tiene que mutar también como tiene que hacerlo Dios puesto que Dios significa todo lo que es la iglesia. Hay que reemplazar pecados por virtudes.
- ¿Consideras que vas hacia la santidad?
- Sí, sí, sí, si, sí o ¿no te has dado cuenta? Primero que nada hay cuatro estadios, el campeón, el héroe, el genio y el santo. El campeón es el mejor de todos; quise ser campeón y no me sirvió de mucho. El héroe es el que da su vida, di mi vida por el teatro, arruiné a mis hijos, arruiné a mis mujeres, rompí casamientos, una madre se hizo alcohólica, la otra se tiró al metro, la otra explotó con una bomba en un avión de Madrid, todas sufrieron el caos emocional en el que yo estuve. Sólo di mi vida por el teatro y después la di por el genio. Di y di lo máximo en la imaginación, una imaginación como nadie la ha tenido. Tuve más imaginación que Dalí, que Buñuel, que Breton, que Max Ernst, que Bosch, que Breughel, que... que nadie, una imaginación genial, si, si, el genio fui yo. Y ahora estoy buscando la santidad ciudadana, una santidad donde no existe el pecado ni se pertenece a ninguna religión. Pienso que el mundo es mío y que los valores del otro son mis valores, y que si el mundo anda mal yo estoy mal y que lo que doy si no lo doy, me lo quito a mi mismo. No quiero nada para mí que no sea para los otros, soy el santo ciudadano y amo a las generaciones que vienen. Siento que me prolongo en amigos que me llevan cinco mil años en el futuro y ayudo a quien ayudo y no tomo partido. No soy como Bush que dice que la suya es una guerra santa entre el bien y el mal, no hay bien ni mal, hay necesidades y problemas. La guerra actual es un choque de problemas que solucionar. Me preocupo por la salud del ciudadano y hago un acto terapéutico y de tiempo en tiempo abro mi escucha como tú lo haces conmigo ahora, y ayudo a los demás. Una vez por semana leo el Tarot gratis y aconsejo a los otros en un café cualquiera de París. Hago mis curaciones mágicas. «¿Que problema tienes con tu padre?- pregunto al que me dice angustiarse porque su padre está en un asilo. «Tiene 95 años, lo fui a ver ahora, ya no habla, está amarrado a la silla para que no se caiga, ¿qué hago con él?» «Mira-respondo- déjalo allí, te estás culpando inútilmente, tu padre ya pasó y ya no puedes hacer nada por él, el está bien dónde está». Se iluminó el hombre, volvió a casa tranquilo. Esa es mi curación. Me preguntan muchas cosas, tu no puedes saber todos los problemas que hay en el mundo, la mujer cuyo padre abusó de ella cuando era una niña. «¿Qué hago? Se murió y me quedé con una rabia enorme». «Pues compra una cadena gruesa y rompe toda la vajilla, todos los vasos de tu casa, entierra los vidrios y sobre ellos siembra un árbol». Y ella me dice: «¡Qué maravilla, tú no lo sabes pero la vajilla que tengo es el legado de mi padre. Ahora que la rompa, voy a poder comenzar a vivir».
- ¿Y a esos actos, les llamas tú psicomagia?
- Sí porque liberan a la gente de sus angustias y sus culpabilidades. Los consejos que doy me vienen por tanto teatro que hice, tanta novela que escribí, tanto que he desarrollado mi imaginación. Es mi oficio, voy avanzando. Hace cuarenta años que el Tarot me habla. A la gente le digo: «Tira tres cartas, dos, cuatro, y por azar, lo que digo corresponde a su vida, es una especie de sincronía muy buena. Una vez que detecto el problema, propongo un acto metafórico que le hace bien a mi interlocutor.
-¿Ahora tu tirada es hacerle bien a la gente?
-Me ando buscando a mí mismo, desarrollándome al máximo espiritualmente hasta tocar los límites, llegar al máximo de mi mismo: convertirme en un ser de calidad.
-¿Y sabes cuando vas a morir?
-Se va acercando, yo digo que uno se programa para envejecer y morir, o sea que el cuerpo te va diciendo cuando. 100 años es el promedio, algunos llegan a 120 ¿y por que no más? ¿Y por qué no dejar de morir? ¿Por qué no imaginar que si uno crea una conciencia, ésta va a atravesar las diferentes etapas y como el alma inmortal va a vivir tanto como viva el universo? ¿No crees tú en la gran fiesta del universo?

Wednesday, December 21, 2005

navidad para idiotas modernos.

http://www.xmasresistance.org


Héctor Rodríguez.


Es justo en esta epoca del año cuando nos tatúan la idea de que el derroche monetario es la única salvación a la irremediable nochebuena. No me voy a poner floclócrico mentándole su madre a las posadas, o que si el thanksgiving, o que si hay que agradecer a la patrona guadalupe por los seudo-milagritos propinados a lo largo del año, o que si el niñito dios, o santa clos (el de la coca o el otro cabrón europeo, un tal noel vestido de verde... como quiera que sea, los dos valen madre), o que si los renos, caballos, camellos y elefantes están tan caducos como la celebración del mito que suponen. Nel. Folclórico sería sugerir que nuestra ciega veneración al mito navideño nos convierte en oligofrénicos de oficio. O sugerir que las infinitas escenografías cristianas desplegadas casa por casa en nuestro país, no tienen absolutamente nada que ver ni con el aterciopelado regordete de rojo, ni con los ridículos arbolitos atestados de parafernalia decembrina. Folcor sería retomar el concepto de las inconsistencias de la tradición y acabar de una vez por todas con este híbrido judeo-cristiano europizado, por demás impuesto e inyectado a fuerza de costumbre.

Me reconforta la idea de lo pánico en contraposición al folclor. Deberíamos apelar a la filosofía pánica por un instante, despojándonos del folclor como un ejercicio por demás saludable . Hace un par de dias cotorreaba con el deivid, un compadrazo elucubrador por excelencia, escritor de cuentos y recetas para la existencia. Me sugirió una perfecta solución para el derrocamiento de los simbolos religiosos ubicdos en nuestros tan tradicionales nacimientos; figurita por figurita. Henos aqui con un nuevo nacimiento al más puro estilo kitsch, una suerte de propuesta cabaretera donde como virgenes tendríamos la posibilidad de escoger entre ciudadanas tan ejemplares como la tetanic, o la sabrina, la lin may, o que tal la chupitos, o la lucila mariscal ya si nos queremos ver bien vulgarsotes... cualquier vedette o asesina en serie que se nos pueda ocurrir, cumple perfectamente con el perfil de terror y humor que nos sugiere el dios pan. He ahi a Maria. Como el irrepetible José, el deivis sugería al latin lover, y de ahi hasta ejemplares como el pirruris, el perro aguayo, cesar costa, polo polo, juan gabriel, tin tan, mauricio garcés y demás sarta de especímenes extraidos del mismisimo vulgo. Como imagen pánica por antonomasia, Adolf Hitler se me ocurre para ser padre de Jesus.

Como reyes magos ps ahi si hay que echarle imaginación al asunto, el chiste es que lidiamos con imagenes intercambiables a voluntad. Incluso en la selección de las bestias que la hacen de transporte: basta del deja vú religioso, trepemos a los susodichos venidos de oriente en leones, bueyes, vacas, toros, ponys, yeguas... en vez de mirra, oro e incienso, pensemos en tachas, mota y cristal... Quitémosle a Santa Clos esa risa de tenor de tres pesos y pensémoslo como un proxeneta. Sustituyámoslo en los centros comerciales por voluptuosas edecanes de telcel, sol o banamex, vestidas de santi-chicas, sosteniendo poodles o chihuahuas en brazos mientras largas filas de adolescentes esperan turno pa' tomarse la pic navideña con ellas...

En fin... hay material

No puedo dejar de sentirme una especie de paria al escribir esto y pensar que algo es lo que infrinjo en los marcos referenciales de nuestra cultura. El mito religioso ha sido rehén de una multiplicidad de sistemas de creencias que han fundamentalizado a ultranza los significados litúrgicos, produciendo interpretaciones que han convertido el arte de la parábola y el simbolo en vacío, posibilitando la asimilación de verdades oficiales e inalienables en los profesantes, a través de lecturas insultantes y vulgarmente literales. Este ánimo es el que reduce la riqueza del mito y lo degenera; lo encapsúla en viñetas, transformándolo en una suerte de antibiótico contra la realidad, en dosis destinadas a disminuir las concepciones que enaltecen la potencia de la vida y el vigor humano. Soy testigo de cómo la semántica de las fábulas es apropiada cual historieta dominguera.

Que güeva analizar la parte política de los asuntos religiosos. Me considero agnóstico, y aplaudo el flemático esfuerzo del budismo por construir una espiritualidad tan elegante e higiénica. Como agnóstico, no celebro ni a la virgen de guadaplupe, ni al niñito jesus (o ñiño dios, como mi madre solía llamarlo), ni en los santos inocentes enviados asesinar por judas, ni en papá ni mamá noel (aunque dicho mito me es extremadamente ajeno), mucho menos en el espurio santa clos cocacolero, ni en los santos reyes, o reyes magos, o como se hicieran llamar...

Mi fé es más científica. Observo, asimilo y me apropio del mito no con religiosidad, sino con humanidad. No lo niego, lo disfruto desde otra optica sencillamente. Y si me leo pretencioso o engreído, me vale madres, esta es mi verdad.

De cualquier forma, hay un pedo. En nuestra actualidad recalcitrante de modernidad, el valor cultural del mito está siendo victimizado cada vez más por la ilusión del capital. Es la corporativización de la festividad. La navidad ya no trata de exhaltar la tradicionalidad de absolutamente nada: ha sido transportada a la veneración de lo superficial, a la puesta en marcha del circulante monetario a todas luces. Compra, compra compra!, gasta a lo pendejo, mientras mas y mejor regales, mas eres para los demás. Eres lo que posees. viva la pinche navidad chingado! ningun recinto celebra mejor esta nueva modalidad, que los centros comerciales. Que pinches burbujotas de consumo me cae... si traes lana no puedes salir con las manos vacías, menos aún en una epoca tan explotable, donde se hace ineludible tirar la casa por la ventana: ambientar al mas puro estilo walt disneytiano los espacios pa que la banda se sienta realizada, hacer ofertas truculentas, regalar "samples" de lo que sea y saturar al clasemediero con los meses sin intereses... porque aqui en nuestro México -representado por mas de 40 millones de pobres y un resto de sobrevivientes como su servilleta- solo a través del crédito se puede aspirar a experimentar la edulcorante satisfacción que la posesión de bienes materiales despierta en nuestras inseguridades.

Por lo que a mi toca, suelo padecer las navidades de mi tiempo. La infancia fué un espacio santo, atascado de mentiras piadosas que uno creía verdades intocables; la navidad era una de ellas. Hoy, son espasmos los que me achacan cuando hago la dificil y por demás guerrillera retirada de los parajes cotidianos, para observarme desde afuera del mapa. Puede que este despliegue de análisis, critica y queja no sea más que una profanación: una tarea sin destino o beneficio aparente. No importa. Yacer congelado por instantes tratando de descifrar el lenguaje tras los hologramas de la realidad, siempre lo consideraré un placer de minorías, el extasis de unos pocos.

Friday, December 16, 2005

respecto a la utilidad de la contradicción: despojos de coherencia e información prácticamente inútil.

imagen: José Pablo Rodríguez Vázquez

Héctor Rodríguez.


El ser, bajo los entredichos de su accionar cotidiano… espejo de desconfianzas y auto-reprobaciones que solo manchan su propia voluntad. Aludiendo al hecho de la voluntad (de forma somera), prescribo dentro de los vacíos del tiempo impuesto, el fenómeno observable y vivencial de su metamorfosis, de su inconsistencia. La voluntad, cree ser ella misma casi una iniciativa: “la” energía de obrar y/o abstenerse de hacerlo… mecánica pura, exacta: el ánimo del riesgo.

Tenemos pues, dicha movilización transformada en verbo que siente y obra interrelacionalmente, y que opera como engranaje primordial de los giros que el ser mismo sufre y goza con cada segundo que le sucede. Actuamos en diferentes planos, a diferentes niveles y en diferentes grados de compromiso.

Si intentáramos trabajar un tipo de categorización o calificación de nuestras movilizaciones voluntariosas en todo su conjunto, nos percataríamos de lo siguiente:

1. La inmediatez nos hace responderle con hechos (plano del conocimiento a priori, experiencial);

2. Secundándola, la inmediatez es rebasada por el conocimiento del sentido común en el cual se razona, se procesa una idea y se lleva a la práctica;

3. Más allá aun, la causalidad de nuestras acciones es medida por el conocimiento filosófico en el cual, reflexionamos sobre cierta situación; razonamos más elaboradamente y entremezclamos ideas para llegar a cierta conclusión después de una depuración lógica;

4. Como última instancia dentro de los procesos del aprendizaje y el conocimiento, la voluntad es regida por el conocimiento científico: crecemos por medio de la praxis, de las pruebas tangibles ante toda teoría; las ideas se llevan a la práctica y se comprueban, para después transformarse en acciones a voluntad.

Lo anterior no pretende manifestarse ni siquiera como un postulado, obedece más a entenderse como un ejercicio de comprensión que intenta esbozar muy brevemente la mecánica y los nexos entre la generación de los actos de voluntad y los espacios de conocimiento sobre los que ésta misma se desarrolla…todo ello muy por debajo de las verdaderas químicas que encierra el método del conocimiento.

Apoyo la relación indudable entre el aprendizaje y la voluntad, con todas las variantes de las que ésta última es objeto; la bienaventurada, la maliciosa, la del acto reflejo…. Por todas ellas es que es posible la causalidad. La noción de causa-efecto existe como antecedente lindante a la acción; en ella es que nos divisamos operando al configurarnos como creyentes de la realidad: actuamos porque deliberadamente necesitamos llegar a resultados que nos aseguren un lugar en sus huecos, en sus escombros… más allá de este compromiso innato, existe un mundo en donde cada milésima de segundo nuestro cerebro emite instrucciones en las que la capacidad máxima de nuestra voluntad, el libre albedrío, es categóricamente ignorado.

Hablando de libertad en relación al concepto de voluntad, es posible especular sobre su efectividad, sobre su constitucionalidad, sobre su existencia. La libertad es una ilusión que permea a la voluntad humana, un fantasma que la controla y la impregna de intencionalidad dirigida hacia ninguna parte, un ideal casi práctico que toma las riendas del destino de las personas y lo convierte en vacío. Nada ni nadie es libre; en apariencia, todos somos prisioneros del rito y folclor de la cultura y de la ilusión que el concepto de “libertad” alberga en su semántica; preludio del sinsentido que la fe humana construye alrededor de su moderna estadía contemporánea.

Obrar sobre las bases de ansiados e ilusorios fines (la ilusión como un extraordinario motor de búsqueda) es producto de una indeterminación sistemática de nuestra razón; invertimos gran parte de nuestra energía vital de manera automática al hecho inminente de la inmediatez. El peldaño básico del cuestionamiento cotidiano comienza a flaquear y perece ante el espectáculo de lo que en esencia se erige por sobre todas las cosas; lo “real”, la “realidad” funge como escaparate de ciertos eventos prefabricados y no como lo que es: un proceso dialogístico que sustenta incertidumbre: práctica y reflexión, especulación y observación. Ello conlleva a reconvertir nuestra naturaleza en tecnología y a considerar nuestras acciones como “realizaciones de fe” (no tomemos aquí la fe como una acepción de tono religioso, sino como un culto cotidiano destinado a la obtención de nuevas causas y efectos).

Por lo anterior inferimos que en definitiva, el género humano es de las especies menos honestas con su naturaleza, con su biología, con su filosofía… se engaña a si misma con extractos de conocimiento que no puede controlar, siendo un fin en si mismo, el control de todas las cosas. El control como modus operandi hacia sus últimas consecuencias: el control pues, como voluntad, como acción, como causalidad. Sabemos exacerbadamente, al grado del ridículo; creemos ser el eslabón más alto de la evolución animal; si bien es cierto, cada especie desarrolla en su ramo el mismo grado de perfección… Detentamos nuestro orgullo evolutivo tras una verdad: nuestra capacidad de raciocinio, nuestra intelligentsia.

Es ahora que observamos el decaimiento de la raza humana gracias a la malformación de dicha “capacidad”; nos hemos servido de su extraordinaria existencia para destruir, para erradicarnos gradualmente. Con todo ello, podemos decir que el hombre es el animal que mas peligrosamente se desvía de sus instintos primordiales, el que más fácil se corrompe a si mismo, el que insincera con más encanto y goza de su tremenda actualidad con alto lujo.

En este estado de cosas, se hace necesaria una revelación: todo el conocimiento adquirido a través de nuestra historia universal no ha sido en vano; hemos logrado reconstruir peldaño a peldaño los eventos que han hecho del ser humano un ser poderoso, un ser de criterio y convicciones. Solicitamos del permiso ineludible y vital de la convicción para poder actuar. Sin convicción, no hay voluntad, por lo tanto no hay acción, por lo tanto no existe el hecho, y sin éste último, no hay transformación. ¿Que es lo que nos mueve a transformarlo todo? ¿Un espasmo de curiosidad tal vez? Posiblemente lo que nos incite a ello sea la imaginación; queremos alterar lo existente hacia lo ideal.

La imaginación podría llegar a exponérsenos como una convicción universal, tal vez estemos convencidos de que es posible imaginar mundos posibles. De aquí se deslinda un sentimiento de seguridad por sobre lo demás existente; seguridad generada por la competencia y desempeño de nuestra capacidad imaginativa; seguridad que traducimos en convicción sin lugar a dudas…

Estamos ante un proceso retroalimentario, causal, interrelacionado. Nuestra propensión al sueño de la imaginación es inminente y sin embargo, existe la posibilidad de una crisis que logre quebrar el modelito en su totalidad; a ésta (crisis) la hemos de denominar como un derecho irreversible del ser humano: el derecho a la contradicción.

Con dicha disposición hemos de confundirlo todo; el valor sumado al acto de la contradicción nos explica que el hecho de estar convencidos de algo podría llegar a ser una mentira; que lo que creemos ser en algún momento de nuestra vida, esta sujeto a la incertidumbre del futuro; que todo aquello que imaginamos y convertimos en hecho tangible, podría resultar un engaño eventual gracias a la multidimensionalidad de las influencias a las que estemos expuestos dentro del presente inmediato. Lo que genera un acto contradictorio no es un error en nuestras convicciones, muy al contrario, es una posibilidad que se bifurca dentro de dos categorías: el acto contradictorio revelador y el insolente.

El primero nos habla de un descubrimiento, de una resolución aún más conveniente que cualquiera de nuestras convicciones más fijas… se abre el espectro, otorgándonos la posibilidad de crecer, la posibilidad de adoptar una mejor convicción; de cambiar hacia lo nuevo y mejor. Por el contrario, el acto contradictorio insolente podría ser visto como un encharque, como una mala jugada, como un cinismo alterador que no respeta el hecho de la convicción misma: es el terreno en donde ésta, o es inexistente, o es cruel, desleal y/o ventajosa.

Hablando de éste último, el acto puede ser concebido como un fin hacia la generación de ciertos resultados esperados, de ciertos deseos y provechos. He ahí una convicción: la práctica de la contradicción como un objeto utilitario. Se “es” deliberadamente contradictorio con uno mismo, pudiendo ello ser por motivos que dirijan a fines específicos de los que se pueda generar un beneficio personal en gran parte. Por el contrario, cuando el hecho de la contradicción supone confusión, indecisión, estrés o alteración, la convicción en si misma se convierte en senda impracticable, quedando rezagada toda posibilidad de sustento o base de la cual pueda asirse la voluntad.

La expresividad del acto contradictorio es en extremo amplia y se manifiesta como un proceso subterráneo de nuestra conciencia: explota por las causas de las que es víctima.

No nos sumerjamos pues, en histerias tipológicas… la contradicción, expuesta a mi manera, no es motivo de alarde… No es un bien ni un mal, se posiciona más allá de ambos, y es un derecho irreductible de la voluntad humana. Deliberado o no, el acto contradictorio prueba la fragilidad de los absolutos y de las reglas conformadoras de los credos que hemos de practicar en nuestras vidas.

Thursday, December 15, 2005

tinta seca.

Héctor Rodríguez.


Cambio de utensilio… de pluma, de bolígrafo. Pensando en como editar la palabra que aún no existe. Palabra es… idea no concebida pero esbozada en un aproximado que es deseado, que en algún cuadrante del espacio al que ocupo sin mayor provecho, se esconde. El tema es compuesto, es engordado por las opiniones imaginarias que se hacen de éste; es lo que colectivamente se ha descubierto del mismo para otorgarle un nombre y un nivel de importancia.

Algo de que hablar, de que discutir, de que dialogar, de que preocuparse, de que reír, de que enojarse, de que agarrarse, de que culpar, de que problematizar…

Algo…

Un referente para dar vida a la acción, al análisis más fecundo y a la vez primitivo. Abandonarse a la idea más pura y corromperse al comentario más repasado, más lijado y desgastado: eso es el tema, de ahí nace la letra, la palabra engordada de intención. Sin intención, no hay acción. Sin acción prolifera el quietismo, el vacío, la no-acción, el estado del inmóvil, un anti-progreso que no destruye pero que seca, detiene, obstaculiza.

En cada uno de los vértices que interconectan el geometrismo de nuestra lengua, existe humanidad. Al darnos cuenta de la humanidad de nuestra comunicación, observamos universalidad, heterogeneidad, flexibilidad, pero de la misma forma percibimos cierto hedor a manipulación, mentira, demagogia… Con todo y ello, considero inminente la multidimensionalidad de nuestro recurso comunicacional.

Y si, rellenar los pequeños poros por los que respira el cuaderno cuadriculado puede convertirse en toda una odisea, abstracta y sin sentido. ¿Se necesita realmente algo de qué hablar o escribir? Escribir sobre si en realidad se necesita de un tema para escribir puede leerse como un absurdo, sin embargo, es posible que en el intento logre surgir una que otra idea interesante.

En realidad, se improvisa sobre ciertas cosas, nada en particular. Improviso sobre lo más inmediato, sobre lo que me complace y me disgusta, sobre las vidas, comentarios y visiones de todo aquel que haya logrado hacerme pensar hasta en la ridiculez mas acida.

¿Cómo lograr no caer en un vacío literario? ¿Cómo dirigir un discurso y no caer en el lodo denso de lo incomprensible?

Visualizo mi propio ímpetu como una especie de energía ambiciosa sin receptáculo alguno, una energía sin destino, perdida en la influencia de todo aquello exterior.

¿Cómo hacer para sobrevivir a la complejidad de la sobreinformación?

…El entendimiento me sabe a procesos, rutas, intermediarios, referentes, burocracia, poder…

…El conocimiento me huele a imparcialidad, especificidad, especialización, ignorancia, intolerancia, sordidez…

…Deslizo la punta del bolígrafo…

l e n t a m e n t e…-

Ahoralomásrápidoquepuedo!...


Dos intenciones: la paciente, concienzuda, cuidadosa…

la desesperada, efusiva, intolerante, ávida…

…Tinta seca al fin y al cabo.

sobre el intelecto y otras inconveniencias.

Héctor Rodríguez.


“¿Que se me da a mi de las inconsistencias de la tradición?”. Formulada la pregunta, Nietszche reflexiona… Quisiera aplicar el mismo cuestionamiento a sabiendas de un ligero desliz: ¿Qué se me da a mí, de las inconsistencias del intelecto? ¿Que se nos da de las inconveniencias de la razón?

No aludo a una práctica sabia del intelecto, sino a una errática, desordenada… detentoria del saber por el saber, de usos inútiles, sin dirección, de escasa credibilidad; ¡en fin!... de ostentados fines. Conozco ese lugar, vengo un poco de esos terrenos helados donde -al parecer- la justificación de la vida misma encuentra su hueco explicativo.

Considero pertinente hacer la reflexión en torno a una mentira; en torno al embuste orgánico de un discurso trillado y matizado con los colores del aristocrático y elegante arte demagógico. Creo en la existencia de cierto refinamiento estético (como alguna vez el mismo Nietszche argumentó, pero en diferentes circunstancias y hacia diferentes fines) alrededor de la retórica intelectual del efímero y concienzudo sibarita de la razón. Tuvo que presentarse una necesidad primitiva, un detonante de tinte arcaico que promoviera semejante mal uso de un potencial intelectual idealizado. Creo saber de un desuso respecto a la balanza que nos conforma; de un vívido desequilibrio que experimentamos las mentes alienadas y ávidas de información, pretendiendo en la conciencia, el saber para el ser. Si en dicha búsqueda fracasaramos, seguramente nos proclamaríamos muertos en vida, muertos progresivos, muertos eventuales... en el presente, nos tornamos pálidos elucubradores que padecen realidad: sufrimos gratuitamente los supuestos efectos de una desprotección ficticia, esquizoide, creada por falsas necesidades de conocimiento provenientes de una espuria fijación aspiracional... semejante demencia produce como resultado la inexpugnable transición en la que pasamos de sujetos, a objetos de nuestra propia miseria racionalista.

Coleccionamos respuestas, las resguardamos en cajas fuertes rumbo a su inscripción en nuestro epitafio. Se tuvo que haber originado un movimiento de inconformidad, una cuadrilla emergente que posibilitara y emancipara los saberes, para después distribuirlos como si en verdad esto fuera posible. Desacredito -en el sentido más categórico del término- este tipo de desarrollo tardío hacia una práctica del intelecto. Critico dicho discurso por ser parte de las acciones encaminadas a desenmascarar una serie de brevedades infantiles que apuntan hacia el descubrimiento de una luz casi inexistente, luz proveniente de una fuente por demás esporádica y desgastada: la de la razón inconstante y relativa. De igual manera, espero conferir a mis argumentos la bizarra pesadez de la duda perecedera, a través de una confesión por demás honesta; quiero salir y solo observar el mundo, sin adjudicarme falsas posturas, falsos incrustes de lógica que griten por su turno.

Acepto todo proceso basado en la lógica, me es delicioso y por demás disfrutable. Gozo de igual manera el hecho de que éstos mismos sean los creadores del discurso cotidiano en gran medida. Siento que en ocasiones anhelamos (a veces con demasiado fervor y otras con angustiosa melancolía) una especie de satisfacción plástica, política, inerme, pueril, al perseguir ideales basados en una existencia marcada por excitaciones ligadas a coherentes atinos, por clímax de congruencia y claridad mentales; observamos un culto exacerbado por la mente, la razón; el tótem encefálico.

En lo absoluto critico al ser equilibrado, al ser coherente y congruente; descalifico la malformación de una práctica obsesiva y forzada del recurso intelectual; veo en dicho estado, una anomalía, una psicopatología que a veces perversa, se torna inmaculada gracias a una mórbida transmutación de los valores naturales. Considero dicho estado como un semiletargo del espíritu vivificador del intelecto, como una obstrucción hacia lo verdaderamente equilibrado, como un absceso, como una llaga. Cito y refiero a lo verdaderamente equilibrado como todo aquello que circunda alrededor del discurso natural de las cosas, todo aquello que inclusive, lo compone y constituye sin corromperlo; que alberga cierta espiritualidad y cierto rito a los valores de la potencia y el vigor humanos. No hay hilo negro, nada nuevo bajo el sol de hecho… Apelo a la razón pues, sin el desgaste que una enfermiza relación con el intelecto supone; por demás está decir que dentro de dicho estado de shock, se procura un placer restaurador que el ego traduce como un poder. Nos convertimos en simplones hedonistas gozosos del dato, en pensadores y filósofos, en enfermos de razón y más razón… dejamos a un lado la sencillez para involucrarnos totalmente con la justificación de nuestras vidas a partir de un “si” y un “no” engordados de conocimiento inservible. Digo inservible, porque de una u otra manera, si no se practica dicho cúmulo de conocimientos, no hay motivos prácticos para retenerlos; sencillamente, nos los llevamos a la tumba. El conocimiento es palabra, es lenguaje… y no existe. Solo es. Contradictoriamente a la crítica que expongo, me he servido del intelecto para reflexionar y razonar en torno al uso y desuso del mismo. No considero aquí un encharque, no un atasque… se gira de repente en círculos viciosos, pero casi siempre logro desconectarme del “enchufe racional” para levitar por lo menos unos minutos fuera del caparazón; orbito en este exquisito sentir que la aceptación de mi mismo me otorga: soy el que se observa atormentado, soy el que voltea y contempla la sencillez de la vida. Un rato después, vuelvo a ser el otro, el que gusta de hacer barro en tinas de oro puro, el mártir que se sufre con suculenta devoción ante el espectáculo que de su vida realiza.

Prescribo una especie de solución al problema que planteo, eso me desencadena y libera del estado semiletárgico al que apunté con anterioridad. Es necesaria la desintoxicación del intelecto, en temporalidades secuenciadas y eventuales. Debemos aprender a morir como intelectuales para poder abrirnos al terreno de las sensaciones, de los sentimientos… finalmente, hay que equilibrar. Busco una especie de salvación, una especie de formula personal que se jacte de una acción clave: la autoaceptación. No somos nuestro cerebro, somos más que eso… no somos lo que conocemos o poseemos, somos antes que nada, un error y un acierto; de ahí partimos. No quisiera meterme en cuestiones que involucraran dentro de este discurso del intelecto, paradigmas filosóficos, ciencias positivistas y demás disertación teórica; sería demasiado. Solo me resta decir que el poder de la razón es solo una millonésima parte del poder que nos conforma como entes terrestres, universales, cósmicos... Basta voltear a nuestro alrededor en este momento… ¿querríamos preguntarnos si en verdad nos es necesario todo aquello que alcanzamos a registrar con la vista?… Inteligimos y transformamos pero, ¿Es ello necesariamente un bien?

Toda nuestra historia natural se aferra en comprobarlo: el intelecto no obra ni agita ya… y sin embargo, que excitante es que nos posea.

Wednesday, December 14, 2005

sueños del entremundo.

Héctor Rodríguez.



El ejecutivo parido por una bolsa de pañales encima de un burro para planchar.

Imagen surrealista que desencadena una serie de reflexiones sobre la asociación objeto-significado, plasmada dentro de un contexto cuasi-onírico. Tiene que ver con la plastificación de nuestras conciencias, así como con la pestilente relación existente entre la banalidad (como actitud), el mundo material y su modus operandi, el dinero.

El “panillo”

Imagen que alude a un embrujo tecnificado y llevado a una modernidad ridícula. Consiste en una bolsa negra que contiene un vacío indeterminado de preguntas universales; donde se percibe inútil averiguar de qué trata exactamente su contenido... es la caja de pandora, una suposición intrigante. Dicha bolsa tiene la capacidad de modificar entidades vivas en productos industrializados que representen la naturaleza original de donde proviene su materia prima.

Un ejemplo: un perro que descansa en una sala de TV de una casa cualquiera, es succionado por la puerta de la entrada, hacia el exterior (habiendo tenido que ser succionado hacia un “adentro” y no hacia un “afuera”) para después regresar por la ventana contigua al sillón de la sala de TV en forma de pantuflas. En este caso preciso, unas pantuflas de piel de perro (o con pelo de perro si se prefiere, para ser menos crueles). El “panillo” es la fuerza representada por la bolsa y su duda misma. La serie de símbolos y proyecciones concatenadas en este sueño me hace pensar en la locura de vivir sobreexplotando las posibilidades que nuestro entorno nos ofrece, minimizando y ultimando otras formas de existencia idénticamente importantes, solo para el beneficio y el supuesto “progreso” de nuestra especie, la más corrompida de todas. Otra de las connotaciones sugeridas dentro de este sueño es la de el binomio ignorancia-comodidad, el cual tiende a ser un proceso retroalimentario en si mismo. Me recuerda a lo que creo que somos; psicópatas insertos dentro de una realidad en donde el consumo desmedido e innecesario es sutilmente inyectado en nuestra psiqué para lograr satisfacer ciertos modos de vida totalmente ilusorios.


Mi padre sobre mi madre golpeándola, justo a mi lado mientras duermo despierto.

Esta imagen podría haber resultado hasta cierto punto molesta. Algunas personas juzgarían este tipo de visiones muy a priori, cuando en realidad, los cajones del inconsciente resguardan imágenes aún más inhóspitas y obscuras. La relación entre mi padre y mi madre la considero casi una patología psicológica. No existe retroalimentación a un grado de conciencia estándar, es decir, la comunicación se trunca la mayoría de las veces y sin embargo, se sobrellevan perfectamente. Es como una especie de dependencia incontinente (liviana) en donde el mando es claramente matriarcal. Creo que existe un complejo entramado de interacciones significantes a niveles en donde realmente me es muy difícil detectar posibles soluciones a lo que yo considero un “problema de verdadero amor” (si acaso puede preverse como probelma). De inicio me avoqué a tratar de entender racionalmente su contradictoria interacción, pero llegué a conclusiones pueriles, que me intentaban explicar como respuesta absoluta un costumbrismo exacerbado dentro de sus dinámicas interpersonales. Sin embargo la base de dicha sentencia es muy débil y carece de fundamento. Mi padre golpeando a mi madre a un costado mío es un estado de perfección surreal sin lugar a dudas; es un triángulo perfecto: su primogénito yace inmovilizado imaginando la acción mientras ésta sucede a su costado, mi padre saca su animalidad sobre mi madre para demostrar cuanto le ama, dejándose despojar a diestra y siniestra sin ningún temor y ofreciéndole todo su ser en cada golpe. Con ello, mi padre se estaría liberando de cualquier debilidad para con mi madre, otorgándole toda su fortaleza y verdad personal, individual. En cuanto a mi madre, ella no hace un solo ruido, solo recibe el entero ser de mi padre con una violencia hermosa, aceptándolo y uniéndose así en un circulo perfecto, representando la unidad, y con esta, a Dios mismo.