Sunday, August 05, 2007

Alba.

Imagen: José Pablo Rodríguez Vázquez

Héctor Rodríguez

Luces de color
Iluminando las palabras
Versos ocultándose
Bajo pedazos de lengua encarnada
Presionando el corazón
De ésta voz, que obliga a repetir
Palabras al azar
Reconstruyéndose
Cambiando de lugar
Y una vez más… sumido en confusión
Cierro los ojos
Y olvido en donde estoy

En frases huecas me defragmento
Soy un objeto más
En el relato de una historia sin contar
Solo murmullos quedan ya
La letra exhausta veo pasar
Mi blanda carne sufre en paz
Aún sin lamentos que escuchar
Despertar, paralizado
Hundido en la tierra
Intento hablar
Enmudezco al recordar
La fiel alborada

Vivo y soy
un árbol de oportunidad
Rodeado de prosperidad
Un símbolo sincrónico
Tal vez…
No lo sé
y mientras crezco en cúspide
Se escriben las leyendas
que hospedan con nostalgia la palabra...

Fui una imagen cierta
Impresa en textos que no vieron luz
Borrados por el tiempo.

Saturday, August 04, 2007

El baúl.

a Marie Virginie.

Héctor Rodríguez


Usted en efecto puede poner su cara en mi pancita. Ahí resguardará del frío, del calor, del sudor, del escalofrío, de la lluvia y la sequía, todo junto y nada en lo absoluto. Dicen que mi pancita es su casita, su cueva, su choza, su cabaña, su hogar, su guarida, su bodega, su espacio para meter su carita cuantas veces quiera y requiera, demande, exija, pida, solicite, reclame y ordene. Una vez con su carita en mi pancita todo será mejor. Será bello tal vez, oscuro tal vez, blando tal vez, calientito tal vez, algodonado tal vez, soporoso tal vez, carnoso tal vez, lindo de seguro, rico de seguro... será la experiencia que querrá usted, señorita turrón, volver a repetir indefinidamente, hartas, muchas, demasiadas, infinitas, inconmensurables veces hasta perderse, ahí, si, en mi pancita. Le recomiendo antes de abordar semejante empresa, investigar las consecuencias de hundir su carita en mi pancita. Hundir es introducir, meter, sumergir, empujar algo, una cosa tal vez, hacia lo profundo... las profundidades de un espacio, que en el caso preciso que nos ocupa, es la panza... no, mi panza, que la verdad no es panza, sino pancita. No me gustaría que se confundiera, recuerde que de lo que hablamos en este momento que usted lee, es de mi pancita, no de cualquier panza. ¿Le comenté de investigar las consecuencias de hundir su pancita en mi carita? Lo sabía, ahora está usted confundida. Pero tema no más, que en este instante solucionaremos ésta terrible confusión que debimos de evitar a toda costa para el claro entendimiento de las partes que al presente somos usted y yo; yo y usted y nadie mas. No mencionemos entonces que la hubo, solo recordemos que hoy, este día, estamos aquí para hundirnos, sumergirnos, profundizarnos en la panza, que aunque no debiera ser llamada así, así se llama, aunque no la mía, porque la mía es pancita, mi pancita, su pancita, nuestra pancita. Y entonces, ¿ya sabe de las consecuencias de hundir, meter, introducir su carita en mi pancita?? ¿Ya ve? ¡¡Sabía que lo solucionaríamos!! Ahora ha dejado de estar confundida y está preparada para poner, colocar, situar, asentar, emplazar, instalar, si, su carita, en mi pancita. ¿Vio las consecuencias? Las sufrimos sin darnos cuenta. Colocó, mas no hundió. Instaló, mas no sumergió. Emplazó, mas no profundizó. Situó, más no metió. Que terrible. Creí haberla advertido de los riesgos... tal vez fue demasiado tarde… o tal vez no leyó a tiempo. O no escuchó. En efecto no pudo haber escuchado porque la realidad es que no estoy hablando... aunque anteriormente haya dicho que de algo hablábamos, creo que la verdad nos indica que solo escribo, y solo lee. Cualquiera que haya sido nuestro error, sentí rico. Su carita en mi pancita fue perfecta, sin error, sin fallo, sin falta, sin culpa, sin caída, sin traspié. Solo usted, su carita, yo y mi pancita. Cuatro entidades que parecen separadas y que no lo son. Nunca lo fueron. Nunca lo han sido. Porque somos usted y yo, solos. Uno.

La alternativa de un cuento que no fué.

por David Chávez.

El Baúl, revisitado.


Si, como usted dice, busca resguardo del frío, el calor, el sudor, la lluvia y la sequía, todo junto y nada en lo absoluto, le ofrezco un refugio donde podrá saciar sus necesidades. Aunque usted no lo diga, noto que su cara es lo más preciado que tiene; se ve que busca para ella una pequeña casa, una cueva, choza o cabaña, de preferencia un hogar, un espacio para mantenerla a salvo de cualquier riesgo. Incluso yo lo haría. Con esa mirada. Se ve que es valiosa. Y cómo no ha de serlo si dice tanto, en cualquier idioma. No sé qué haría usted sin ella. Sí. Ahora entiendo. No se preocupe. Cierre usted los ojos, no canse sus ojos. Le decía que tengo aquí, precisamente, un lugar donde puede usted colocar su rostro. Y con él y su mirada también su sonrisa, para que no se le enfríe con este clima. Sí, porque a nadie le gusta ver una sonrisa arrugada, una boca a la espera del temporal. Hay en su boca una buena cosecha. Le florece la sonrisa. Sí, hay que cuidarla. Que no se le marchite la flor de los labios.

Estoy seguro que el lugar le gustará. ¿Alguien le habló sobre él alguna vez? No importa. Le gustará. Le gustará tanto que deseará quedarse por más tiempo. Le digo la verdad. No le miento. Viene usted tan cansada. Seguramente buscó aquí y allá dónde poder resguardar su rostro. Y esa nariz. ¿Es suya?

Mire, este lugar del que le hablo es blando, calientito, algodonado. La verdad es que yo lo uso poco pero es totalmente para usted. Mire, pase. No es necesario que abra los ojos. Lo sabía, ahora está usted confundida. Pero tema no más, que en este instante solucionaremos ésta terrible confusión que debimos de evitar a toda costa. El lugar del cual le hablo es mi cuerpo. Y yo estoy a sus órdenes.

En caso de desesperación, coloque sus brazos alrededor de mi cintura, luego eleve su brazo derecho hasta mi hombro izquierdo, sujételo bien, mientras su mano izquierda me lleva hacia usted. Sentirá cómo poco a poco una especie de calor tranquilizante la invade. ¿El costo? Cuídemelo nomás. Yo hace mucho que no lo atiendo y sé que estará en buenas manos, como usted lo está en las mías…

Buenas noches. ¿Quiere que apague la luz al salir?

Aural.

Héctor Rodríguez


Venerar las verdades de una luz
Que promete ser
Monumento austral, un templo sin final...
Sin espacios falsos
Donde pueda simular
Estar escuchando
Los quejidos de mi inútil tendencia
A desmembrar

Y rasgo el cielo
Que ahora contengo en mi voz
Caigo aturdido
Y no me doy cuenta
que sigo en las ruinas
de este templo aural

Envolventes
Miserables
Son los muros
De esta torre de Babel

Creo saber
Creo entender
Los cantos sordos que pronuncias al hablar
¡Son las sílabas de Dios!

Y rasgo el cielo
Que ahora contengo en mi voz
Vuelvo a temblar
Y sé muy bien
Que no podré...
Escapar de éste absurdo
Pero sigo la luz…

Abdicar… renunciar…
Dejarse llevar…
Un templo aural…
Un templo aural...
Soy...
Yo

Sol.


Héctor Rodríguez


Caminar…
Las distancias que…
Nos enterrarán

Ella escala…
Sobre la historia… que la define
Y no hay cursos
Solo absolutos que nos obligan
A buscar señales de un sol muerto
Soñador de luz

Y en los claroscuros yace
Nuestro error
Miedo a preguntar
Cómo diablos lograr…
Perseverar…

Hace tiempo que no entiendo
Hace tiempo, no comprendo…
Recogiendo rastros
De nuestra inmolación

Cielos en gris
Herrumbres fulgurantes
La observo andar
Inconmensurable me sonríe
Sin voltear atrás

Y mientras las heridas
Escurren rojos que se mezclan
Tratamos de cambiar
Los rumbos de la historia que-nos lapidó

Y en los claroscuros yace
Nuestro error
Miedo a preguntar
Cómo diablos lograr…
Devolver la luz a este sol

Porque hace tiempo que estoy muerto
Hace tiempo, no te siento
Recogiendo rastros
De nuestra inmolación

Y estamos bien
Estamos bien
Bien…