Wednesday, December 14, 2005

sueños del entremundo.

Héctor Rodríguez.



El ejecutivo parido por una bolsa de pañales encima de un burro para planchar.

Imagen surrealista que desencadena una serie de reflexiones sobre la asociación objeto-significado, plasmada dentro de un contexto cuasi-onírico. Tiene que ver con la plastificación de nuestras conciencias, así como con la pestilente relación existente entre la banalidad (como actitud), el mundo material y su modus operandi, el dinero.

El “panillo”

Imagen que alude a un embrujo tecnificado y llevado a una modernidad ridícula. Consiste en una bolsa negra que contiene un vacío indeterminado de preguntas universales; donde se percibe inútil averiguar de qué trata exactamente su contenido... es la caja de pandora, una suposición intrigante. Dicha bolsa tiene la capacidad de modificar entidades vivas en productos industrializados que representen la naturaleza original de donde proviene su materia prima.

Un ejemplo: un perro que descansa en una sala de TV de una casa cualquiera, es succionado por la puerta de la entrada, hacia el exterior (habiendo tenido que ser succionado hacia un “adentro” y no hacia un “afuera”) para después regresar por la ventana contigua al sillón de la sala de TV en forma de pantuflas. En este caso preciso, unas pantuflas de piel de perro (o con pelo de perro si se prefiere, para ser menos crueles). El “panillo” es la fuerza representada por la bolsa y su duda misma. La serie de símbolos y proyecciones concatenadas en este sueño me hace pensar en la locura de vivir sobreexplotando las posibilidades que nuestro entorno nos ofrece, minimizando y ultimando otras formas de existencia idénticamente importantes, solo para el beneficio y el supuesto “progreso” de nuestra especie, la más corrompida de todas. Otra de las connotaciones sugeridas dentro de este sueño es la de el binomio ignorancia-comodidad, el cual tiende a ser un proceso retroalimentario en si mismo. Me recuerda a lo que creo que somos; psicópatas insertos dentro de una realidad en donde el consumo desmedido e innecesario es sutilmente inyectado en nuestra psiqué para lograr satisfacer ciertos modos de vida totalmente ilusorios.


Mi padre sobre mi madre golpeándola, justo a mi lado mientras duermo despierto.

Esta imagen podría haber resultado hasta cierto punto molesta. Algunas personas juzgarían este tipo de visiones muy a priori, cuando en realidad, los cajones del inconsciente resguardan imágenes aún más inhóspitas y obscuras. La relación entre mi padre y mi madre la considero casi una patología psicológica. No existe retroalimentación a un grado de conciencia estándar, es decir, la comunicación se trunca la mayoría de las veces y sin embargo, se sobrellevan perfectamente. Es como una especie de dependencia incontinente (liviana) en donde el mando es claramente matriarcal. Creo que existe un complejo entramado de interacciones significantes a niveles en donde realmente me es muy difícil detectar posibles soluciones a lo que yo considero un “problema de verdadero amor” (si acaso puede preverse como probelma). De inicio me avoqué a tratar de entender racionalmente su contradictoria interacción, pero llegué a conclusiones pueriles, que me intentaban explicar como respuesta absoluta un costumbrismo exacerbado dentro de sus dinámicas interpersonales. Sin embargo la base de dicha sentencia es muy débil y carece de fundamento. Mi padre golpeando a mi madre a un costado mío es un estado de perfección surreal sin lugar a dudas; es un triángulo perfecto: su primogénito yace inmovilizado imaginando la acción mientras ésta sucede a su costado, mi padre saca su animalidad sobre mi madre para demostrar cuanto le ama, dejándose despojar a diestra y siniestra sin ningún temor y ofreciéndole todo su ser en cada golpe. Con ello, mi padre se estaría liberando de cualquier debilidad para con mi madre, otorgándole toda su fortaleza y verdad personal, individual. En cuanto a mi madre, ella no hace un solo ruido, solo recibe el entero ser de mi padre con una violencia hermosa, aceptándolo y uniéndose así en un circulo perfecto, representando la unidad, y con esta, a Dios mismo.

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