Tuesday, January 08, 2013

Ser el otro y tú y yo

Fijo la vista en los pequeños orificios de las rejillas que dejan escapar el sonido de las bocinas Harman Kardon que presume la caja de la lap.  De ahí emana mi compañía desde hace días.  Keenan, Morello, Saúl, Aguilera; si no fuera porque los imagino tocando en el living juraría que son solo canciones a volúmenes absurdos. No hay soledad en la música.

Caminamos juntos, del cuarto al baño, del baño a la cocina y al patio de servicio. Jamás podría quejarme de sentir vacíos los trayectos, si es que me permito además aceptar el hecho de la visita esporádica de algunos infantes tardíos (como yo), que posterior a la sobreingesta de ciertos menudos elíxires buscan arrojar sus cuerpecillos al ras del suelo de la manera más económica posible. Y aunque funciona por momentos, la neta es que ni las borracheras ni los amigos que las atienden solucionan la pesadez de cualquier ansiedad congénita: vienen a empedarse, a platicar, a cagarse de risa y a cantar mientras se le trepa al kenwood.  Vienen a decorar lo que en realidad no necesita diseño.

Lo antes dicho solo tiene sentido en la infamia de sentirse un mártir y la gloria de saberse libre de atavismos.  No hemos de continuar con tradiciones extemporáneas, pues.  No cuando existe tanto silencio alrededor y tantas voces para interpretarlo.  Es esa condición la que nos define, la que nos imbuye de versiones de nosotros mismos y la que acaba con la única oportunidad de observar lo demás a través de ventanas que no sean espejos.

Pero todo es espejo.

Por eso fijo la vista en los pequeños orificios de las rejillas que cubren las Harman Kardon de la lap. Porque a cada compás de "living is a problem because everything dies" siento el bombeo de la sangre.  Porque si Kiedis, Moore, Fiona y Harvey no están aquí, yo tampoco.

Friday, January 04, 2013

Memoria de mis crudas tristes

Seis jarras de cerveza, cuatro vodkas tonic, y 8 horas después.  Genius.

Thursday, January 03, 2013

Cosmopolitan me

Está la queja y estoy yo.  ¿Quién fue primero?  Llegué a este mundo en un alarido, en un grito venido a llanto, ese que todos echamos al primer contacto con el helado tufo del quirófano.  Se supone que es un reflejo pero yo estoy CASI convencido de que es una reacción consciente del tipo "no mamen yo no quería salir de ahí".  ¿Quién fue primero, pues?

No recuerdo cómo era adentro, pero después de voyeurear a mi hija Lena durante algunos meses vía ultrasonido, pude percatarme de que ni un loft en Wall Street ni un bungalow en Las Hadas le llega al útero.

¿Entonces? Surgen varias dudas estúpidas: ¿Es posible que un feto "se queje" sin que sea esto interpretado como un mero "estímulo-respuesta"? O mejor aún: ¿Acaso tiene relevancia que la anterior pueda ser considerada una duda legítima? O ya poniéndonos escandalosos: ¿Es un feto una persona?

No debería incluso haber controversia sobre el asunto.  Dr. House dice que nel, que un feto es un feto, hasta que en ese capítulo donde tiene que hacerle cirugía a uno porque trae un rollo cardiaco que está afectando a la madre, saca su bracito al más puro estilo Alien the 8th passenger, y con la manita le agarra el dedo.  A partir de ahí le llamó "bebé".  Sociopatía light para televidentes de cuarta.

No pude haberme quejado antes de llegar. Mi jefa sí, por eso llegué hasta aquí sin siquiera pedirlo.  Fue primero la queja, aunque sinceramente y después de todo, no creo que importe un bledo.  No es como el huevo y la gallina; no una paradoja ni una duda razonable.  Son solo ganas de escribir sobre nada.

Existencialismo light para escritores de quinta.  Porque está la queja, y estoy yo.


Wednesday, January 02, 2013

Lo malo de surfear las cañerías del tiempo

La memoria es enemiga.  Una especie de portal inadecuado a toda necesidad de superación, de ubicación en el instante.  Se alimenta del deseo en algunas de sus variantes más jodidas; llámenme parcial, fatalista, fanático del pop, me vale verga.  No puedo hablar de tu memoria, este es mi show.  El deseo y la memoria.  Hasta para título de autobiografía no autorizada me gusta.  Pero quién querría hacer eso... no yo; no Héctor, mucho menos Alejandro.  Tal vez "el cremas", pero ese güey está muy pendejo para hacer cualquier cosa con el debido arte: ese güey es un animal farandulero.  Lástima que exista alguien así.

La memoria es oponente.  No hay que viajar demasiado en sus inmundas carreteras, me cae.  Tal vez lo necesario, lo suficiente como para sufrir las banalidades que guarda en los cajones más accesibles, esos que por alguna razón se postran más a la mano.  Yo no querría acceder a ninguna de esas historias bochornosas (por decir lo menos); ¿quien vergas querría recordarse como un pendejo?  Pero es como un esfínter, como querer cagar o coger.  Cuando recuerdo, soy esa persona.  Es la memoria que no sirve para aprender lecciones sino para archivar datos inútiles, pasajes sin fecha, autorretratos fallidos.

Y en la otra esquina, el deseo.  El deseo de recordar mierda, de ser recordado de otra manera.  El deseo epidérmico, el del animal que busca satisfacer hambres que pueda guardar en su aberrante memoria.  

Bienaventurados los amnésicos.  Porque el acto de recordar podrá ser útil solo en la medida del amor sin apego, del zen urbano, del acto virtuoso.  Bienaventurados los amnésicos.  Porque allá afuera, la memoria y el deseo ya no sirven más a esos fines.  No a mí, no a ellos.  Allá afuera es la guerra.  El espacio donde la memoria ha de recordarme las maneras en que he de defenderme de los demás; en que he de desconfiar de ellos, y en que -en su momento- habré de detectar los momentos en los que deba sacar ventaja para ganar en competencia.

Eso.  Ahí.  Supongo que no todo es tan malo en el deporte de surfear las cañerías del tiempo.