Friday, February 24, 2006

reuter; fonéticas agridulces.

Héctor Rodríguez.



Lírica de facto triste, a veces resentida. Reuter compromete su mensaje a través de versos que esbozan introspección, sin caer en burdas pretensiones de incomprensión o antisocialidad. Dulce y áspera a la vez, la música de reuter propone el objetivo de la naturalidad, basándose en dos elementos fundamentales: sencillez y energia. A partir de ello adjetiva en torrentes audibles la uniformidad de sus mensajes.

No se interesa por la vanguardia, la experimentación o la psicodelia innovadora; tampoco se aferra al arraigo o a un estilo musical en particular; ante todo fluye, aderezando sus notas a partir de ánimos surgidos del metal alternativo, el post-hardcore y el post-grunge. Tiende pues a decantarse por melodias formuladas con base en una colección de influencias ligadas al rock moderno, trabajadas con el ambiguo objeto de la impermanencia. El resultado final pretende una musicalidad asimilable, disfrazada en una lirica eminentemente catártica, buscando con ello el balance entre el lugar común al que podría apuntar su sonoridad, y el simbolismo producido al momento de integrar la palabra cargada de intencionalidad.

Sin estetismos de ninguna índole, reuter aspira a la sobriedad, a la sencillez, a las imágenes contundentes, a los colores opacos perdidos entre luminiscencias hipnotizantes; a las lecturas equilibradas, a la psiqué avasallada de retazos pop, al punto medio entre lo cotidiano y lo inimaginable... en un mundo en el que sin música, la vida aspira a convertirse en un error.

Wednesday, February 08, 2006

entre sueños.

imagen: Jose Pablo Rodríguez Vázquez

Héctor Rodríguez.



Voy...
descalzo sobre vidrio,
desnudo e inmaterial... fantasmal

Voy...
coleccionando errores,
ignorando los detalles del porvenir,
inmune y pertinaz...

Sol...
violáceo inundas la ciudad,
reverberante dibujas sombras a humanos de ornato...
dispuestos frente a mi...

y entre sueños mórbidos,
acaricio la embriaguez...
de una dulce irrealidad,

que agoniza...

discurro entre lo efímero y veraz,
reptando hacia la lucidez...

es la combustión de los sentidos exaltándome...

es la combustión de mis sentidos abrevándose...

Monday, February 06, 2006

apopléjico.

Héctor Rodríguez.


Como un pinche sobreviviente del automatismo burocrático me siento... malditas sean las jerarquías, los organigramas, la megalomanía politiquera, el hecho de las seudo-instituciones públicas, el sindicalismo mexicano, la macroeconomía, los tratados, las cumbres, marcos, chávez, madrazo, estados unidos, el libre mercado, los mercadólogos, las marcas, los medios, la comunicación social, el arribismo lambisconero, el conformismo laboral y sus gamas iridiscentes. No hay arte en la función publica, menos en la iniciativa privada. Donde no hay arte no hay vida... exacto; sirvo a intereses de ultratumba. Me da la gana estar de malas y aderezar mi instante con fatalidad, con némesis irresoluta e impotencia frustradora. Distingo cierta propensión al magro sentimiento que experimentan los que encuentran solo en las subjetividades el escape al paraíso del microcosmos prometido por la mente. No hay color, no hay ilusión ni esperanza ni consideración ni misericordia. Habito en la realidad… de eso estoy pero si bien saturado. Me cago en la filosofía pues, para después festejarla. Demasiadas preguntas que encuentran respuestas ciertamente inútiles, pero que hacen que la vida discurra con sustancia, con sentido, con posibilidades. Nietzsche, Sartre, Kant, Heidegger, Schoppenhauer, y demás sapientes del siglo pasado transitaron atormentados. Pero igual, a mi que?! Muertos son y muertos me susurran al oído que el único responsable de la realidad que experimento soy yo. Yo, yo, yo. Saturado de realidad, cual ente externo que irrumpe en mi percepción para fragmentarla, apendejarla, enfermarla de materia y situaciones ridículas. Si la neurofísica grita que el cerebro no distingue entre lo que registra a través del iris y lo que recuerda, estamos ante la máxima prueba de que el todo existe independientemente de nuestra participación en este. Si no tuviéramos sentidos el cerebro no podría recordar ni madres, porque no habría referentes de ninguna índole. Recordamos lo que existe, no lo creamos (en el sentido menos materialista). No voy a desmenuzar las particularidades de un tema tan especifico… todo lo anterior fue solo para justificar que efectivamente, soy adicto a la victimización. Adictazo. Me gusta sentirme aludido por enfoques violentos, agresores, intensos, cargados de significados indignantes para las individualidades en serie. Esto lo vivo en los vacíos del soliloquio que revolotea dentro de mi cráneo, no en las someras relaciones personales que tengo día a día. La socializada es una de las partes favoritas de mi proclividad a lo funesto ya que en ello compruebo una y otra y otra y mil pinches veces la mierda que somos los seres humanos. La química nos escupió y desde ese entonces nuestra evolución ha sido una puta farsa. Lo he dicho chingo de veces y no me cansaré de repetirlo: nos creemos el máximo eslabón de la cadena animal (aunque existan pendejos que digan que lo que nos separa de los animales es nuestra capacidad de raciocinio… me cago de risa; cual raciocinio?!, somos los únicos pinches animales que trabajan incansablemente hacia su autodestrucción, habráse visto). Vivimos alejados de los instintos más básicos de supervivencia, enajenados con nosotros mismos, creándonos escapes ilusorios y personajes ulteriores a nuestro ego, alabándonos y alabando a ajenos idolitos, envidiándonos, deseando, consumiendo, creando mundos artificiales. Cuanta mierda hemos de exprimirle a nuestra humanidad. Esa es nuestra condición, aunque nos pese. Y aclaro: este texto es metal puro, sincero, sin pretensiones más allá del sentimiento que se encarga de eternizar. No busco crearme un currículo para “publicar” o convertirme en un presuntuoso del estilo; no busco categorizar mis ideas como ensayos o artículos; no escribo para los demás. Lo hago para sacar las letras de mi sistema y acomodarlas donde pertenecen. Lo hago para dejarme de sentir un apopléjico. Ahora estoy mucho mejor.