Sunday, August 10, 2008

La Guerra de las Falacias (o mis quince minutos de fama). I

Scam Wars, or the ability to proclaim myself a true imbecile because of the terrible sense of uncertainty culture provoked on my already overrated ego.


Héctor Rodríguez.



Episodio I


La cagante pubescencia y su internet.


Vivan mis incipientes lecturas sobre antropología aplicada. A cada página leída, un orgasmo cerebral asegurado. Mi ímpetu sexual por las mujeres es similar al de mis atormentados rodeos sobre estas cosas raras de la cultura y sus devaneos. En este caso, una vez más vuelve a pulsarme la necesidad de escribir sobre este universo paralelo que es la Internet. Y es que mis obsesiones críticas sobre ésta y los usos y costumbres de la perrada enajenada siempre van a causarme una jodida náusea latente que solo es tratable a través de estas sangronas y virulentas entregas. Me considero un entusiasta natural del análisis pues.

Como siempre al escribir, busco depurarme… y opinar. Me regodeo en mis necedades monotemáticas ya que a nadie busco dar gusto con mis traumas de adulto contemporáneo. Lejos de querer hacerme pasar por antropólogo amateur, opto por ejercer mis dotes de hijo de la chingada profesional; no hay secreto ni truco; no pretendo hacer estudios de caso ni análisis a profundidad, escribo para criticar, para mofarme, para dar paso a la evolución del sarcasmo que tanto me excita y mantiene alerta, consciente y lúcido.

Inicio mi verborrea hipnotizante y belicosa aquí, abriendo de manera obligada un paréntesis para aplaudir una vez mas (y las que se ofrezcan) ese derecho esencial que nos procura este medio; el de crear nuestras propias reglas, nuestra propia constitución, nuestro propio pinche país en HTML, flash, java y lo que venga. Que milagro la pinche Internet me cae. Todo en un mismo medio. Teléfono, radio, televisión, prensa. Todos esos formatos en un solo gran compilador que como herramienta es extraordinaria. Ta bien, soy parte de ese fenómeno y no puedo deslindarme de el por ningún motivo.

Entre todos los pedos que pueden detectársele a un medio como éste, mi favorito es aquel que tiene que ver con su voraz e inexorable potencial de influenciar y modificar nuestra cultura. Las mutaciones y transformaciones de las anteriores formas de estar en el mundo han encontrado en la Internet su espacio. Y es ahí donde se rompió la piñata de las posibilidades infinitas. Yo utilizo la web para… ¿para qué vergas la utilizo? ¿importa eso acaso? De hecho esa pregunta me hace recordar la máxima ineludible que canta: “dime como utilizas la Internet y te diré quien eres”. Y si no existía, la acabo de parir, y no creo que haya algún pedo al respecto, a menos que tenga copyright, ¿right?

So, que bien, que padre, todos utilizando los recursos de la web. Cómo y para qué, es pedo de cada quien. Pero es en el ejercicio del derecho omnipotente que este medio nos ofrece, que preveo un conflicto sumamente estéril, es decir, inútil, pero que de alguna manera trata de plantear un cuestionamiento legítimo.

Existe un contraste entre quienes no tienen ni puta idea de que la Internet les ofrece esta deferencia; este derecho de ser, hacer y deshacer impunemente, utilizándola así nomás, a lo pendejo, y aquellos que sabemos que existe dicha prerrogativa. Para mi la cuestión consiste en saber utilizarla. Ahí es donde me jacto entonces de haber asumido una responsabilidad al estar consciente de ese hecho, en contraposición a esa especie de autismo generalizado en el que se babea, y que construye imbéciles encadenados a la espectacularidad irrisoria y ridícula de un ocio e individualismo exacerbados.

Recuerdo en este momento algunas platicas que he llegado a sostener con un amigo cercano sobre las potenciales razones por las que la perrada enajenada habría optado por elegir los caminos de la centelleante vacuidad en un mundo como el de la venérea Internet.

En un ejercicio de síntesis, nuestras más cerebrales reflexiones apuntaban a que el hecho de un universo sin reglas resulta sobremanera seductor. En un espacio como este, el componente individual se inventa y reinventa; muta y se adorna. Pienso en millones de personas: suicidas, esposas engañadas, adolescentes golpeados por sus jefes, violados, niños ricos de la condesa, clasemedieros aspiracionales, bla bla, me quedo corto; bueno pues pienso en todos ellos encontrando en la red la oportunidad de ser quienes no pueden ser fuera de ella. Es fácil imaginar que dentro de los límites de la cruel realidad, generalmente pasamos desapercibidos; se tiende al anonimato en un mundo atestado de rutinas y barreras morales y legales. Por eso resulta tan atractiva la idea de sumergirse en la virtualidad de la red; aquí no solo puedes ser tú, sino varios “tus”, sin que nadie te esté chingando la borrega; sin que te restrinjan accesos, sin que te silencien el hocico.

Ok. Muy chingón todo, si. Como ya lo mencioné, el pedo es el abuso. Me caga la madre leerme paternal, pero a final de cuentas estoy convencido de que en cualquier ambiente carente de reglas debería existir un equilibrio. Jamás estaré en pro de que se regule un espacio como la Internet, sería una reverenda mamada y ciertamente perdería su encanto esencial. Como ya lo he dicho en anteriores ocasiones, tengo demasiada fe en la humanidad, por más que me cague en ella la mayoría de las veces. Es por esa fe que creo que existe la posibilidad de que las cosas puedan ser de otra manera. Caigo en la categoría del idealista necio y amargado, si pues. Anyways.

Pienso en cómo la perrada enajenada esta acostumbrada a las reglas, y a romperlas. Existe una dependencia tácita e histórica a la regulación de nuestras vidas. Y ello nos ha llevado como especie a saltarnos la valla, sea de manera insolente o engañosa. En Internet, dado que no existe un marco regulatorio explicito, el “usuario” se torna cínico, falaz, valemadrista, incluso hasta llegar al punto de la anarquía.

Pero no se necesita tener la malicia de un ocioso hacker para ser un anarco o un ciber-pendejo. Los pendejos generalmente lo son a voluntad, eso es lo mas valioso con lo que me puedo quedar de un autentico pendejo. Y de eso es de lo que está atestada esta madre. Ese es mi prejuicio, lo reconozco. Es como si quisiera que la puta red fuera un espacio de seres altamente pensantes, conscientes, éticos, creativos y propositivos. No digo que no los haya, solo pienso que son los menos. Pero igual, si yo utilizo este espacio para quejarme de cómo lo usan los demás, a los demás les vienes valiendo verga. ¡Y está bien! Está bien porque no intento cambiar nada… al menos no intento persuadir o comenzar campañas de cómo “utilizar productivamente la Internet”. A final de cuentas, si quiero que la perrada enajenada cambie su modelo de pensamiento, estoy frito.

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