Wednesday, July 10, 2013

Reptar

La indolencia se arrastra. Nos arrastramos, todos.  Actuamos sin pensar.  Hacemos, construimos, vanagloriamos nuestros ridículos éxitos en la escala de Richter y le sonreímos a personajes sin contenido por mero compromiso.  Compromiso.  He visto a Dorothy sin sus chingadas zapatillas.  No es nadie sin ellas.  No somos nadie sin ellas.  Somos Dorothy, la niña buena e idiota que camina dando brincos.  Está perdida. Estamos perdidos y no hay camino amarillo.  Sin zapatillas no hay magia, y yo la he visto, nos he visto, sin zapatillas, sin magia.  Cree en la magia, dicen.  Cree en ella y se hará realidad.  Yo no tengo que creer.  Yo soy la magia, y no creo en mí.  Los he visto a todos, arrastrándose, creyéndose mártires, víctimas, porque el mundo no es un lugar seguro para estar.  La realidad nos supera, los supera.  La vitalidad con la que deberían vivir los débiles no les ha sido robada en realidad: ellos la han regalado y otros la han tomado. La hemos tomado. Los otros, nosotros, hemos tomado lo que en verdad nos pertenece.  Pero yo soy débil, y regalo lo que no me sirve. No hay paraíso, no hay héroes, solo ilusiones ópticas.  El héroe cree que ha vencido y que por eso es héroe.  Puta, no hay héroes.  No existe tal cosa.  No existe Dorothy, ni la magia, ni las zapatillas, ni las víctimas, ni los héroes.  Los he visto, a todos, del mismo color, al mismo nivel, reptando.

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