Tuesday, July 09, 2013

La sensatez errante

Él cree estar cuerdo, adaptado, animado, pero la lucidez no es cuestión de fe.  ¿A quién le importa de cualquier manera?  A él, a veces, tal vez.  Porque para estar cuerdo hay que procurar un pensamiento lo más higiénico posible; claro, urbano, prudente, sociable, pero sobretodo, común.

Ser común.  Las parrilladas con los amigos, la conversación mundana; el fútbol, el individualismo comparado: breves colecciones de voluntad prostituida.  Él cree que compartir lo poco que le causa empatía es un lujo absurdo pero necesario.  A final de cuentas se siente bien ser aceptado, aunque sea en dosis controladas. Sin embargo hay algo que le carcome el ánimo y le reseca la piel.

Él camina insomne imaginando que su juicio personal es sujeto a un control de calidad infame y desgraciado.  Es él quien lo cree de esa manera sin otro referente más que su propia experiencia intelectual.  E inteligir es un ejercicio de lógica sin lugar a duda.  Se aprende a hacerlo de acuerdo a reglas de asociación conceptual.  Pero eso es irrelevante, porque a nadie le importa, dice.  Y eso le carcome el ánimo y le reseca la piel, entre otras cosas.

Él cree no estar cuerdo, ni adaptado, ni animado, pero la cordura no es cuestión de fe.  Ha vivido engañado, porque se ha dejado engañar, o al menos eso es lo que aparenta a veces.  No le importa, porque no lo cree del todo.  A él le gusta aproximarse a los demás para después alejarse.  Porque a pesar de que su ánimo esté agrietado y su piel áspera, hay personas con las que logra sentirse en casa.

Él cree estar cuerdo, adaptado, animado, cerca de ellas.

Porque la cordura sí es cuestión de fe.

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