Wednesday, January 02, 2013

Lo malo de surfear las cañerías del tiempo

La memoria es enemiga.  Una especie de portal inadecuado a toda necesidad de superación, de ubicación en el instante.  Se alimenta del deseo en algunas de sus variantes más jodidas; llámenme parcial, fatalista, fanático del pop, me vale verga.  No puedo hablar de tu memoria, este es mi show.  El deseo y la memoria.  Hasta para título de autobiografía no autorizada me gusta.  Pero quién querría hacer eso... no yo; no Héctor, mucho menos Alejandro.  Tal vez "el cremas", pero ese güey está muy pendejo para hacer cualquier cosa con el debido arte: ese güey es un animal farandulero.  Lástima que exista alguien así.

La memoria es oponente.  No hay que viajar demasiado en sus inmundas carreteras, me cae.  Tal vez lo necesario, lo suficiente como para sufrir las banalidades que guarda en los cajones más accesibles, esos que por alguna razón se postran más a la mano.  Yo no querría acceder a ninguna de esas historias bochornosas (por decir lo menos); ¿quien vergas querría recordarse como un pendejo?  Pero es como un esfínter, como querer cagar o coger.  Cuando recuerdo, soy esa persona.  Es la memoria que no sirve para aprender lecciones sino para archivar datos inútiles, pasajes sin fecha, autorretratos fallidos.

Y en la otra esquina, el deseo.  El deseo de recordar mierda, de ser recordado de otra manera.  El deseo epidérmico, el del animal que busca satisfacer hambres que pueda guardar en su aberrante memoria.  

Bienaventurados los amnésicos.  Porque el acto de recordar podrá ser útil solo en la medida del amor sin apego, del zen urbano, del acto virtuoso.  Bienaventurados los amnésicos.  Porque allá afuera, la memoria y el deseo ya no sirven más a esos fines.  No a mí, no a ellos.  Allá afuera es la guerra.  El espacio donde la memoria ha de recordarme las maneras en que he de defenderme de los demás; en que he de desconfiar de ellos, y en que -en su momento- habré de detectar los momentos en los que deba sacar ventaja para ganar en competencia.

Eso.  Ahí.  Supongo que no todo es tan malo en el deporte de surfear las cañerías del tiempo.

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