Monday, January 24, 2011

Boreal


a mi flaca cósmica.


Llegaste llena de astros en la cara.  Eras la extranjera; la mujer de nadie, la guerrera que observé desde el estrado.
Fuiste el tiempo caminando en tacones que no dejaban rastro, 
que burlaban el camino alrededor, 
que soñaban pasos en la arena...

Fuiste la extraña; la nueva: la madre que escaló días y noches sin rapel, buscando un planeta conveniente,
explorando intrincados laberintos,
investigando los porqués de la ficción; 
del amor que no es,
de la fe
del dolor concentrado en la boca del estómago
del agua de tus párpados...
y ahí estuve, siempre a un lado, guardándote en la región de mis pupilas
pensando que nadie con ese almíbar en los ojos debería ser tan trágico...
pensando que nadie con cometas en el rostro visita tan a menudo colores opacos
pensando que no deberías ser tú el astro que se encuentra y colisiona consigo mismo

Te vi... toda
te sentí en cada choque,
en cada suspiro que regalaste, 
en cada palabra entrecortada que ofreciste a quemarropa

Fue el claroscuro de tu historia, 
el largo de tu cabello, 
la definición de tus hermosas comisuras, lo que pudo haberme eborrachado.

Más allá de la frontera donde hundí las plantas de mis pies, 
ahí, en cualquier terreno infértil 
sembraste flores que nadie corta

Un campo con orquídeas de mil colores y olores
al que nadie se puede resistir
y nadie fui yo  
y soy todo 
y en esta versión mejorada de mi, existes tu 
y en esta reinvención hemos dejado de viajar en círculos para por fin despegar.

Es ahora que somos uno y dos; la paridad; la equivalencia: la consonancia que crea el uno en el que estamos regocijándonos.

Este es nuestro tiempo
y esta es nuestra historia en el tiempo  
Porque somos torrente de estrellas ahora  



Llegaste llena de luces en la cara... 
Y ahora eres norte: mi polo, el equinoccio necesario 
la aurora en todo este cielo que quise ser
y que ahora somos.




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